Analysis of information sources in references of the Wikipedia article "Fascismo" in Spanish language version.
La trágica película Surcos es un ejemplo de cómo la intelectualidad falangista de los años cuarenta y cincuenta concebía el asunto.Ese mismo proceso es el que, muy probablemente, lleva a Giménez Caballero de Marinetti —su primer contacto directo con el fascismo— a Malaparte, de Milán a Roma, de la modernidad al agrarismo, de los comuneros al César. Un proceso que, por lo demás, el propio Giménez Caballero quiso ver seguido por el mismo Mussolini, quien sólo al «romanizarse» habría llegado a comprender la verdadera misión universal del fascismo.… asumir el conjunto de aspectos de la ideología fascista que la alejaban de toda concepción política progresista —elitismo, agrarismo, irracionalismo…
la representación de Pío XII como un papa indiferente a la suerte de las víctimas del nazismo, los polacos y sobre todo los judíos, o incluso como «el papa de Hitler», es un ultraje sin fundamento histórico, que fue difundido y sostenido por los soviéticos y por sus colaboradores en las democracias europeas durante la guerra fría.Tarcisio Bertone (secretario de Estado vaticano), citado en «El papa defiende a Pío XII y critica el antisemitismo. El Vaticano avanza a velocidad de crucero en la beatificación de Pacelli», El País, 11 de noviembre de 2008
Es probable que el término fascismo sea el más vago de los términos políticos contemporáneos. Quizá se deba a que la palabra en sí no contiene ninguna referencia política implícita, por vaga que sea, como las que contienen los términos democracia, liberalismo, socialismo y comunismo. El decir, que el fascio italiano (Lat. Fasces, Fr. Fascieau, Esp. Haz) significó eso, un “haz” o una “unión”, no nos dice mucho. Parece que algunas de las definiciones coloquiales más comunes del término son las de “violento”, “brutal”, y “dictatorial”; pero si fueron esos los puntos primarios de referencia, probablemente habría que calificar a los regímenes comunistas de los más fascistas. La cuestión de la definición creó problemas a los fundadores del fascismo italiano desde un principio, pues no elaboraron un conjunto codificado oficial de doctrinas sino ex post facto, unos años después de la llegada de Mussolini al poder, e incluso entonces solo en parte. El problema se ve complicado por el hecho de que mientras casi todos los partidos y regímenes comunistas prefieren llamarse comunistas, la mayor parte de los movimientos políticos de la Europa de entreguerras a los que se suele calificar de fascista no utilizaban, de hecho, ese nombre al hablar de sí mismos. Los problemas de definición y clasificación que surgen son tan graves que no es sorprendente que algunos estudiosos prefieran dar a los movimientos fascistas putativos sus nombres individuales específicos, sin aplicarles el adjetivo clasificador. Otros llegan incluso a negar que exista el fenómeno general del fascismo europeo, como cosa distinta del fascismo italiano de Mussolini.
Es kann nicht geleugnet werden, daß der Faszismus und alle ähnlichen Diktaturbestrebungen voll von den besten Absichten sind und daß ihr Eingreifen für den Augenblick die europäische Gesittung gerettet hat. Das Verdienst, das sich der Faszismus damit erworben hat, wird in der Geschichte ewig fortleben. Doch die Politik, die im Augenblick Rettung gebracht hat, ist nicht von der Art, daß das dauernde Festhalten an ihr Erfolg versprechen könnte. Der Faszismus war ein Notbehelf des Augenblicks; ihn als mehr anzusehen, wäre ein verhängnisvoller Irrtum.No puede negarse que el fascismo y todas las aspiraciones dictatoriales similares están colmadas de las mejores intenciones y que su intervención ha salvado la civilidad europea por el momento. El mérito que el fascismo se ha ganado con ello continuará viviendo para siempre en la historia. Pero la política, que ha traído salvación momentánea, no es de un tipo tal que el permanente aferramiento a ella pudiese ser promisorio. El fascismo fue un recurso de emergencia del momento; verlo como algo más sería un error fatal.
Primero, donde el comunismo pretende sustituir la propiedad privada por estatal, el fascismo pretende incorporar o cooptar la propiedad privada dentro del aparato estatal a través de una alianza público-privada. El fascismo tiende a ser más tentador que el comunismo para los intereses de los ricos quienes pueden verlo como un medio para aislar su poder económico de la competencia a través de un proceso de cartelización forzosa y otras estratagemas corporativistas.
El ataque de Gentile y Mussolini contra el capitalismo es (al menos) triple, y su retórica subyacente no difiere de la de los movimientos anticapitalistas y supuestamente antifascistas contemporáneos. En primer lugar, Gentile y Mussolini abogan por un mayor papel del gobierno en la economía. En segundo lugar, condenan tanto el individualismo metodológico como el político, afirmando la importancia del colectivismo y las identidades colectivas. Tercero, culpan al «economismo» y al papel que las limitaciones económicas juegan en la formación del comportamiento humano, deplorando el materialismo y abogando por gobiernos que trasciendan las leyes praxeológicas y sociológicas de la economía.
Segundo, donde el comunismo tiende a ser cosmopolita e internacionalista, la ideología fascista tiende a ser chauvinísticamente nacionalista, acentuando la lealtad particularista hacia el país, la cultura o la etnia de cada uno; a esto se le une la desconfianza hacia el racionalismo, una preferencia económica por la autarquía, y una visión de la vida como una inevitable pero gloriosa batalla. El fascismo también tiene a cultivar un ser humano gregario o völkish, la retórica de «el hombre del pueblo», «el pragmatismo por encima de los principios», «el corazón por encima de la cabeza», «no prestes atención esos intelectuales cabezas de chorlito». Estos contrastes con el comunismo no deberían ser exagerados, claro está. Los gobiernos comunistas no pueden permitirse suprimir la propiedad privada por completo, en tanto ello les llevaría a un veloz colapso económico. Además, a pesar de todo el cosmopolitismo e internacionalismo que puedan caracterizar a los regímenes comunistas en la teoría, tienden a ser tan chauvinísticamente nacionalistas en la práctica como sus primos los fascistas; mientras que, por el otro lado, los regímenes fascistas podrían apelar demagógicamente al universalismo liberal.
Con todas estas similitudes, existe una diferencia en énfasis y estrategia entre el fascismo y el comunismo. Cuando se trata de encarar las instituciones vigentes que amenazan el poder estatal -las empresas, iglesias, la familia o la tradición- el impulso comunista pasa en gran medida por abolirlas; mientras que el impulso fascista consiste en absorberlas.Las estructuras de poder externas al estado son potenciales rivales del propio poder estatal, por lo que los estados siempre tienen alguna razón para pretender su abolición; el comunismo da rienda suelta a esta pulsión. Pero las estructuras de poder externas al Estado son también potenciales aliados del Estado, particularmente si sirven para reforzar los hábitos de subordinación y acatamiento entre la población, y por tanto, siempre existe la oportunidad potencial de una alianza mutuamente beneficiosa; aquí mismo descansa la estrategia fascista.
Estos rasgos en los que el fascismo difiere del comunismo podrían dar a entender que lo alían más bien con el conservadurismo aristocrático tradicional del ancien régime, que es del mismo modo particularista, corporativista, mercantilista, nacionalista, militarista, patriarcal y anti-racionalista. Pero el fascismo difiere de este desfasado conservadurismo en abrazar el ideal del progreso industrial dirigido por directores tecnócratas, así como en adoptar una postura populista capitaneando la lucha del «hombre desamparado» contra las élites -recordemos su gregarismo (Si las tendencias tecnocráticas del fascismo parecen estar en conflicto con su pulsión antirracionalista, entonces, en palabras del protofascista Moeeler van den Bruck «tenemos que ser capaces de vivir con las contradicciones»).
El fascismo fue difícil de comprender desde sus orígenes en 1919. Ello no se debió a su radicalismo y su violencia, ya que por aquel entonces Europa estaba plagada de nuevos fenómenos políticos radicales y violentos, encabezados por el incipiente régimen soviético. El fascismo, sin embargo, se asemejaba al comunismo en su violencia y su autoritarismo, pero resultaba, por el contrario, único en su compleja combinación de características, que no eran claramente ni de izquierdas ni de derechas. Fue el único tipo de movimiento político genuinamente nuevo que surgió de los escombros de la Primera Guerra Mundial y no contaba con ningún predecesor claro. Confundió a los observadores, pero adquirió muy pronto una prominencia histórica mundial y desencadenó el conflicto individual más destructivo que había conocido la historia. Aun después de que concluyera del todo, el fascismo siguió resultando difícil de aprehender como fenómeno y como concepto. A partir de 1945, y durante dos décadas, el estudio del fascismo se limitó a historias nacionales y trabajos monográficos sobre movimientos concretos. El verdadero «debate sobre el fascismo» no empezó a producirse hasta después de haber transcurrido casi una generación, iniciado por Der Faschismus in seiner Epoche (El fascismo en su época. Action française, fascismo, nacionalsocialismo, trad. de María Rosa Borrás, Barcelona, Península, 1967), de Ernst Nolte, el primer estudio comparado, y el breve Varieties of Fascism, de Eugen Weber, aparecidos ambos originalmente en 1964. Los dos se mostraron de acuerdo en que existía algo parecido a un «fascismo genérico» (del que Nolte proporcionó una breve definición filosófica), pero también que se trataba de un fenómeno político extremadamente pluriforme, con manifestaciones muy diferentes en diversos países. Nolte, concretamente, concluía que había definido toda una era, la «era del fascismo», que concluyó en 1945, que había dependido de fuerzas históricas peculiares de ese período y que no era probable que el fascismo histórico reapareciese en el futuro. Más que constituir una forma o concepto recurrente, como el socialismo, por ejemplo, era característico exclusivamente de una época política determinada.
La trágica película Surcos es un ejemplo de cómo la intelectualidad falangista de los años cuarenta y cincuenta concebía el asunto.Ese mismo proceso es el que, muy probablemente, lleva a Giménez Caballero de Marinetti —su primer contacto directo con el fascismo— a Malaparte, de Milán a Roma, de la modernidad al agrarismo, de los comuneros al César. Un proceso que, por lo demás, el propio Giménez Caballero quiso ver seguido por el mismo Mussolini, quien sólo al «romanizarse» habría llegado a comprender la verdadera misión universal del fascismo.… asumir el conjunto de aspectos de la ideología fascista que la alejaban de toda concepción política progresista —elitismo, agrarismo, irracionalismo…