Analysis of information sources in references of the Wikipedia article "Εθνικό Αυτόνομο Πανεπιστήμιο του Μεξικού" in Greek language version.
La universidad soñada por Justo Sierra, ministro de Instrucción Pública, última creación duradera del régimen porfirista, se inauguró al mismo tiempo que la Escuela Nacional de Altos Estudios, que debía ceder su lugar a las humanidades, junto a los programas científicos de los cursos porfiristas. El discurso inaugural de Sierra iba a tono con el espíritu de las celebraciones. La universidad naciente no tenía nada en común, insistía, con la que la precedió: no tenía 'antecesores', sino 'precursores'.
El mayor esfuerzo en la vida de Sierra fue, precisamente, revertir tal postura; así, se afanó obsesivamente en crear una universidad de ese tipo, pues era la institución que mejor encabezaba "los esfuerzos colectivos de la sociedad moderna para emanciparse integralmente del espíritu viejo". Al margen de numerosas diferencias sustanciales con los liberales, los positivistas, que dominaron el sistema nacional de instrucción pública superior desde 1865, también eran contrarios al establecimiento de una universidad, tanto por conveniencias políticas como por principios doctrinales. Esto hace más admirable el esfuerzo de don Justo, pues era un miembro destacado —canonizado, dice O'Gorman— del grupo de positivistas mexicanos. Su lucha no fue sólo pedagógica sino también política. Si bien no se puede coincidir con [Edmundo] O'Gorman respecto al carácter de Sierra como jerarca del positivismo mexicano, pues siempre fue cuestionado por los más ortodoxos como un pensador ecléctico, falto de disciplina, es de compartirse la admiración que profesa a don Justo, pues su lucha por la fundación de la Universidad Nacional implicó serios distanciamientos de sus principales compañeros políticos e intelectuales, ya fueran liberales o positivistas.
La universidad soñada por Justo Sierra, ministro de Instrucción Pública, última creación duradera del régimen porfirista, se inauguró al mismo tiempo que la Escuela Nacional de Altos Estudios, que debía ceder su lugar a las humanidades, junto a los programas científicos de los cursos porfiristas. El discurso inaugural de Sierra iba a tono con el espíritu de las celebraciones. La universidad naciente no tenía nada en común, insistía, con la que la precedió: no tenía 'antecesores', sino 'precursores'.
El mayor esfuerzo en la vida de Sierra fue, precisamente, revertir tal postura; así, se afanó obsesivamente en crear una universidad de ese tipo, pues era la institución que mejor encabezaba "los esfuerzos colectivos de la sociedad moderna para emanciparse integralmente del espíritu viejo". Al margen de numerosas diferencias sustanciales con los liberales, los positivistas, que dominaron el sistema nacional de instrucción pública superior desde 1865, también eran contrarios al establecimiento de una universidad, tanto por conveniencias políticas como por principios doctrinales. Esto hace más admirable el esfuerzo de don Justo, pues era un miembro destacado —canonizado, dice O'Gorman— del grupo de positivistas mexicanos. Su lucha no fue sólo pedagógica sino también política. Si bien no se puede coincidir con [Edmundo] O'Gorman respecto al carácter de Sierra como jerarca del positivismo mexicano, pues siempre fue cuestionado por los más ortodoxos como un pensador ecléctico, falto de disciplina, es de compartirse la admiración que profesa a don Justo, pues su lucha por la fundación de la Universidad Nacional implicó serios distanciamientos de sus principales compañeros políticos e intelectuales, ya fueran liberales o positivistas.