«Nos mandaron unos pocos refuerzos, cinco o seis soldados y tres oficiales con una ametralladora pesada MAC, que fueron para adelante, a posiciones que conocíamos bien y que sabíamos que eran muy complicadas: te dabas cuenta que había un esfuerzo desesperado por resistir. Lo peor era escuchar como habíamos escuchado por la radio del comando, los pedidos de ayuda de las otras posiciones: eso te queda en la cabeza para siempre.» Historias de amargura y dolor en el último día de la guerra