En la expresión «descendió a los infiernos», infiernos no designa el lugar de los condenados, sino el de los muertos. Por tanto, significa dos cosas: que Jesús realmente murió (de lo contrario, no tendría sentido el término «resurrección»), y que la salvación de Jesús es universal, es decir, afecta tanto a vivos como a los que habían muerto antes de su venida. Así lo afirma el Catecismo de la Iglesia Católica, 632–635