Efectos sociales de la teoría de la evolución (Spanish Wikipedia)

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antorcha.net

  • Kropotkin, Pedro (1 de mayo de 1922). «Capítulo 3 – El principio moral en la naturaleza (1)». Biblioteca virtual Antorcha. Consultado el 29 de febrero de 2016. «Darwín entendía la simpatía en el sentido exacto de esta palabra, no como compasión o amor, sino como sentimiento de compañerismo, de influencia mutua, esto es en el sentido de que el hombre puede ser influenciado por los sentimientos de los demás». 

archive.org

books.google.com

  • Perry, Marvin; Chase, Myrna; Jacob, Margaret; Jacob, James; Daly, Jonathan W.; Von Laue, Theodore H. (2014). Western Civilization: Ideas, Politics, and Society. Volume II: Since 1600 (11ª edición). Boston, MA: Cengage Learning. pp. 634-635. ISBN 978-1-305-09142-9. LCCN 2014943347. OCLC 898154349. Consultado el 1 de febrero de 2016. «La expresión ideológica más extrema del nacionalismo y el imperialismo fue el darwinismo social. En la mente popular, los conceptos de la evolución justificaban la explotación de las «razas inferiores sin ley» por las «razas superiores». Este lenguaje de razas y conflictos, de personas superiores e inferiores, fue moneda común en los países occidentales. El darwinismo social defendió vigorosamente los imperios, afirmando que sobrevivirían las naciones fuertes —por definición, las que tenían éxito a la hora de expandir industrias e imperios—, y las otras no podrían sobrevivir. Para estos elitistas, cualquier persona blanca era más apta que las de otras razas para imponerse en la lucha por la dominación. Incluso entre los europeos, algunas naciones se consideraban más aptas que otras para la competición. Los darwinistas sociales solían pensar que su propio país era el mejor, una actitud que encendía su entusiasmo competitivo. (…) En el siglo XIX, al contrario que en los siglos XVII y XVIII, los europeos, con la excepción de los misioneros, pocas veces adoptaban las costumbres o aprendían los idiomas de la gente local. No creían en absoluto que otras culturas y otros pueblos merecieran ningún respeto. Muchos occidentales creían que era su deber cristiano dar ejemplo y educar a los otros. Los misioneros fueron los primeros que conocieron y aprendieron de otros pueblos ( véase: Bartolomé de las Casas) y también los primeros en desarrollar escrituras para los que no tenían un lenguaje escrito. Los misioneros cristianos se oponían fervientemente a la esclavitud (...)». 

cienciaxplora.com

clarku.edu

aleph0.clarku.edu

  • Huxley, Thomas Henry (julio de 1894). «Evolution and Ethics - Prolegomena - Collected Essays IX». Clark University (en inglés). Consultado el 29 de febrero de 2016. «En mi opinión, las cualidades innatas físicas, intelectuales y morales de nuestra nación se han mantenido iguales durante los últimos cuatro o cinco siglos. Si el esfuerzo por existir nos ha afectado hasta un punto crítico (y lo dudo) ha sido, indirectamente, a través de nuestras guerras militares e industriales con otros países». 
  • {{cita web |url= http://aleph0.clarku.edu/huxley/CE9/E-EProl.html%7Ctítulo=Evolution and Ethics - Prolegomena - Collected Essays IX |fechaacceso=29 de febrero de 2016 |apellido=Huxley |nombre= Thomas Henry|fecha= julio de 1894 |sitioweb=Clark University |idioma= inglés|cita=La benevolencia y la abierta generosidad que adornan a un hombre rico pueden convertir en indigente a uno pobre; la energía y la valentía a la que el soldado de éxito debe su ascenso, la fría y osada sutileza a la que debe su fortuna el gran financiero pueden fácilmente, en las circunstancias adecuadas, llevar a quien las posee al patíbulo o a galeras. De hecho, es bastante probable que los hijos de un «fracaso» reciban del otro progenitor esa pequeña modificación del carácter que cambia las cosas por completo. A veces me pregunto si la gente, que tan libremente habla de extirpar a los menos aptos, considera alguna vez su propia historia desapasionadamente. Desde luego, hay que ser muy «apto», vaya que sí, para no saber de una o quizá peso pluma

    Evolución y religión[editar]

    Antes de que Darwin argumentara y presentara las pruebas de la evolución, las religiones occidentales solían menospreciar o condenar cualquier alegato en el que la diversidad de la vida se considerase resultado de un proceso evolutivo, al igual que hacían la mayor parte de la comunidad científica inglesa. No obstante, algunos grupos religiosos aceptaban la evolución, como la Iglesia unitaria y los teólogos anglicanos liberales, así como numerosos científicos franceses y escoceses, e incluso alguno en Inglaterra, como Robert Edmund Grant. La interpretación literal o dogmática de las escrituras mantiene que un ser supremo creó directamente a los humanos y otros animales como «tipos de creaciones» separadas, algo equivalente a las especies. En Estados Unidos, desde la década de 1920, existe una violenta oposición a la enseñanza de la teoría de la evolución, sobre todo por parte de los evangélicos conservadores, que han expresado su preocupación sobre el efecto que el aprendizaje de la evolución podría tener en la sociedad y en su fe (ver Controversia entre creación y evolución).

    En respuesta a la amplia aceptación científica de la teoría de la evolución, muchas religiones han sintetizado –oficial u oficiosamente– los puntos de vista científico y religioso. Varios científicos importantes del siglo XX, como Ronald Fisher y Theodosius Dobzhansky, cuyo trabajo confirmó la teoría de Darwin, eran también cristianos, y no vieron ninguna incompatibilidad entre sus creencias y la confirmación teorética y experimental de la evolución. Algunas religiones han adoptado la evolución teísta, según la cual, Dios inició el proceso de la evolución y la ha dirigido de una forma u otra.

    La evolución y la Iglesia católica[editar]

    Desde la publicación de la encíclica Humani generis del papa Pío XII en 1950, la Iglesia católica adoptó una posición neutral respecto a la evolución. «el Magisterio de la Iglesia no prohíbe el que —según el estado actual de las ciencias y la teología— en las investigaciones y disputas, entre los hombres más competentes de entrambos campos, sea objeto de estudio la doctrina del evolucionismo, en cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia viva preexistente».<ref>«Carta encíclica Humani generis – Sobre las falsas opiniones contra los fundamentos de la doctrina católica». La Santa Sede. 12 de agosto de 1950. Consultado el 29 de febrero de 2016. 

docs.google.com

  • Kropotkin, Piotr. «Capítulo I – La ayuda mutua entre los animales». El apoyo mutuo – Un factor de la evolución. p. 24. Consultado el 1 de marzo de 2016. «veremos que los animales que adquirieron las costumbres de ayuda mutua resultan, sin duda alguna, los más aptos (…) se puede decir con seguridad que la ayuda mutua constituye tanto una ley de la vida animal como la lucha mutua». 

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dx.doi.org

gutenberg.org

loc.gov

lccn.loc.gov

  • Perry, Marvin; Chase, Myrna; Jacob, Margaret; Jacob, James; Daly, Jonathan W.; Von Laue, Theodore H. (2014). Western Civilization: Ideas, Politics, and Society. Volume II: Since 1600 (11ª edición). Boston, MA: Cengage Learning. pp. 634-635. ISBN 978-1-305-09142-9. LCCN 2014943347. OCLC 898154349. Consultado el 1 de febrero de 2016. «La expresión ideológica más extrema del nacionalismo y el imperialismo fue el darwinismo social. En la mente popular, los conceptos de la evolución justificaban la explotación de las «razas inferiores sin ley» por las «razas superiores». Este lenguaje de razas y conflictos, de personas superiores e inferiores, fue moneda común en los países occidentales. El darwinismo social defendió vigorosamente los imperios, afirmando que sobrevivirían las naciones fuertes —por definición, las que tenían éxito a la hora de expandir industrias e imperios—, y las otras no podrían sobrevivir. Para estos elitistas, cualquier persona blanca era más apta que las de otras razas para imponerse en la lucha por la dominación. Incluso entre los europeos, algunas naciones se consideraban más aptas que otras para la competición. Los darwinistas sociales solían pensar que su propio país era el mejor, una actitud que encendía su entusiasmo competitivo. (…) En el siglo XIX, al contrario que en los siglos XVII y XVIII, los europeos, con la excepción de los misioneros, pocas veces adoptaban las costumbres o aprendían los idiomas de la gente local. No creían en absoluto que otras culturas y otros pueblos merecieran ningún respeto. Muchos occidentales creían que era su deber cristiano dar ejemplo y educar a los otros. Los misioneros fueron los primeros que conocieron y aprendieron de otros pueblos ( véase: Bartolomé de las Casas) y también los primeros en desarrollar escrituras para los que no tenían un lenguaje escrito. Los misioneros cristianos se oponían fervientemente a la esclavitud (...)». 

nih.gov

ncbi.nlm.nih.gov

nobeliefs.com

rationalrevolution.net

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  • Darwin, Carlos R. (c. 1909). «Capítulo III – Las facultades mentales del hombre y de los animales inferiores (Continuación) – Observaciones finales». En F. Sempere y Cª, editores, ed. El origen del hombre. Valencia. pp. 71-72. Consultado el 29 de febrero de 2016. «Adelantado el hombre en civilización, y reuniéndose las pe- queñas tribus en comunidades más grandes, la simple razón indica á cada individuo que debe extender sus instintos sociales y su simpatía á todos los miembros de la misma nación, aunque personalmente le sean desconocidos. Llegado á este punto, sólo una valla artificial se opone á que sus simpatías se hagan extensivas á los hombres de todas las naciones y razas. Desgraciadamente la experiencia nos muestra cuánto tiempo se necesita para que lleguemos á considerar como semejantes nuestros á los hombres de otras razas, que presentan con la nuestra una inmensa diferencia de aspecto y de costumbre. (...) Esta virtud, una de la más superiores en el hombre, parece ser resultado accidental del progreso de nuestras simpatías, que, haciéndose más sensibles cuanto más se extienden, acaban por aplicarse á todos los seres vivientes. Una vez honrada y cultivada por algunos hombres, se propaga por la instrucción y el ejemplo entre los jóvenes y se divulga luego en la opinión pública». 

upm.es

habitat.aq.upm.es

  • de la Herrán Gascón, Manuel (2002). «Egoísmo, Cooperación y Altruismo». Biblioteca CF+S. Consultado el 1 de marzo de 2016. «Dawkins habla de genes egoístas, no de individuos egoístas. Y lo que es más importante: con la teoría de Dawkins, la cooperación e incluso el altruismo (reales) entre individuos pueden ser explicados por el `egoísmo' (metafórico) de los genes». 

vatican.va

w2.vatican.va

  • {{cita web |url= http://aleph0.clarku.edu/huxley/CE9/E-EProl.html%7Ctítulo=Evolution and Ethics - Prolegomena - Collected Essays IX |fechaacceso=29 de febrero de 2016 |apellido=Huxley |nombre= Thomas Henry|fecha= julio de 1894 |sitioweb=Clark University |idioma= inglés|cita=La benevolencia y la abierta generosidad que adornan a un hombre rico pueden convertir en indigente a uno pobre; la energía y la valentía a la que el soldado de éxito debe su ascenso, la fría y osada sutileza a la que debe su fortuna el gran financiero pueden fácilmente, en las circunstancias adecuadas, llevar a quien las posee al patíbulo o a galeras. De hecho, es bastante probable que los hijos de un «fracaso» reciban del otro progenitor esa pequeña modificación del carácter que cambia las cosas por completo. A veces me pregunto si la gente, que tan libremente habla de extirpar a los menos aptos, considera alguna vez su propia historia desapasionadamente. Desde luego, hay que ser muy «apto», vaya que sí, para no saber de una o quizá peso pluma

    Evolución y religión[editar]

    Antes de que Darwin argumentara y presentara las pruebas de la evolución, las religiones occidentales solían menospreciar o condenar cualquier alegato en el que la diversidad de la vida se considerase resultado de un proceso evolutivo, al igual que hacían la mayor parte de la comunidad científica inglesa. No obstante, algunos grupos religiosos aceptaban la evolución, como la Iglesia unitaria y los teólogos anglicanos liberales, así como numerosos científicos franceses y escoceses, e incluso alguno en Inglaterra, como Robert Edmund Grant. La interpretación literal o dogmática de las escrituras mantiene que un ser supremo creó directamente a los humanos y otros animales como «tipos de creaciones» separadas, algo equivalente a las especies. En Estados Unidos, desde la década de 1920, existe una violenta oposición a la enseñanza de la teoría de la evolución, sobre todo por parte de los evangélicos conservadores, que han expresado su preocupación sobre el efecto que el aprendizaje de la evolución podría tener en la sociedad y en su fe (ver Controversia entre creación y evolución).

    En respuesta a la amplia aceptación científica de la teoría de la evolución, muchas religiones han sintetizado –oficial u oficiosamente– los puntos de vista científico y religioso. Varios científicos importantes del siglo XX, como Ronald Fisher y Theodosius Dobzhansky, cuyo trabajo confirmó la teoría de Darwin, eran también cristianos, y no vieron ninguna incompatibilidad entre sus creencias y la confirmación teorética y experimental de la evolución. Algunas religiones han adoptado la evolución teísta, según la cual, Dios inició el proceso de la evolución y la ha dirigido de una forma u otra.

    La evolución y la Iglesia católica[editar]

    Desde la publicación de la encíclica Humani generis del papa Pío XII en 1950, la Iglesia católica adoptó una posición neutral respecto a la evolución. «el Magisterio de la Iglesia no prohíbe el que —según el estado actual de las ciencias y la teología— en las investigaciones y disputas, entre los hombres más competentes de entrambos campos, sea objeto de estudio la doctrina del evolucionismo, en cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia viva preexistente».<ref>«Carta encíclica Humani generis – Sobre las falsas opiniones contra los fundamentos de la doctrina católica». La Santa Sede. 12 de agosto de 1950. Consultado el 29 de febrero de 2016. 

  • «Mensaje del santo padre a los miembros de la academia pontificia de ciencias». La Santa Sede. 22 de octubre de 1996. Consultado el 29 de febrero de 2016. 

web.archive.org

worldcat.org

  • Perry, Marvin; Chase, Myrna; Jacob, Margaret; Jacob, James; Daly, Jonathan W.; Von Laue, Theodore H. (2014). Western Civilization: Ideas, Politics, and Society. Volume II: Since 1600 (11ª edición). Boston, MA: Cengage Learning. pp. 634-635. ISBN 978-1-305-09142-9. LCCN 2014943347. OCLC 898154349. Consultado el 1 de febrero de 2016. «La expresión ideológica más extrema del nacionalismo y el imperialismo fue el darwinismo social. En la mente popular, los conceptos de la evolución justificaban la explotación de las «razas inferiores sin ley» por las «razas superiores». Este lenguaje de razas y conflictos, de personas superiores e inferiores, fue moneda común en los países occidentales. El darwinismo social defendió vigorosamente los imperios, afirmando que sobrevivirían las naciones fuertes —por definición, las que tenían éxito a la hora de expandir industrias e imperios—, y las otras no podrían sobrevivir. Para estos elitistas, cualquier persona blanca era más apta que las de otras razas para imponerse en la lucha por la dominación. Incluso entre los europeos, algunas naciones se consideraban más aptas que otras para la competición. Los darwinistas sociales solían pensar que su propio país era el mejor, una actitud que encendía su entusiasmo competitivo. (…) En el siglo XIX, al contrario que en los siglos XVII y XVIII, los europeos, con la excepción de los misioneros, pocas veces adoptaban las costumbres o aprendían los idiomas de la gente local. No creían en absoluto que otras culturas y otros pueblos merecieran ningún respeto. Muchos occidentales creían que era su deber cristiano dar ejemplo y educar a los otros. Los misioneros fueron los primeros que conocieron y aprendieron de otros pueblos ( véase: Bartolomé de las Casas) y también los primeros en desarrollar escrituras para los que no tenían un lenguaje escrito. Los misioneros cristianos se oponían fervientemente a la esclavitud (...)». 

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  • Nice guys finish first Vídeo, en inglés subtitulado en español. Primera de las cinco partes en que se divide este documental (enlaces a las siguientes partes, a la derecha de la imagen).