En la tarde del 6 de mayo de 1980, recorría las calles del madrileño barrio de Ciudad Lineal una manifestación de las asociaciones de vecinos en protesta por el asesinato del dirigente vecinal Arturo Pajuelo, también a manos de grupos neofascistas. A la sede provincial de FE de las JONS llegaron noticias de que se estaba pintando un monumento a los caídos, en aquel tiempo, ubicado en aquel barrio. Consideraron que era una provocación y con el jefe provincial, José María Alonso Collar a la cabeza se montaron en los coches y se dirigieron al barrio. Una vez allí, escogieron el bar San Bao. Se escogió este bar, porque era frecuentado por gente joven y, supuestamente, en él comían habitualmente varios trabajadores del Mundo Obrero, ubicado en sus cercanías. Entraron pistola en mano, con barras de hierro y cadenas, y al grito de “Viva Cristo rey”, la emprendieron a tiros y a golpes con todos los clientes. Juan Carlos García Pérez, que entonces se encontraba cumpliendo el servicio militar, resultó muerto de un tiro en la espalda. Fueron cerca de 150 militantes de FE de las JONS los que se desplazaron hasta el barrio de Ciudad Lineal. Sánchez Soler. Pg. 243-248.
Diez años de prisión a uno de los implicados en el caso San Bao, Diario ABC, 9 de julio de 1983, consultado el 15 de mayo de 2010.
Egaña, Iñaki (2009). «Falangistas, los matarifes de Franco». Los crímenes de Franco en Euskal Herria, 1936-1940. Txalaparta. p. 163. ISBN9788481365597. «Años más tarde, y según relata José Manuel Sabín, el dirigente falangista Raimundo Fernández-Cuesta reconocía: «en aquellos momentos siempre hacíamos el trabajo sucio, como el de llevar a cabo los fusilamientos, no todos, pero sí la mayoría. Siempre éramos los falangistas los que teníamos que fusilar en lugar de ser los demás».»