Durante un cuarto de siglo (y en algunos casos hasta ahora mismo) se ha venido identificando a la misteriosa dama de Valladolid con ese nombre. Ello porque el escritor Fernando Iglesias Figueroa consiguió engañar durante décadas a los estudiosos de Bécquer al publicar, entre 1923 y 1929, trece supuestas nuevas rimas del poeta donde se la mencionaría, y hasta alguna carta de un amigo en la que citaba a la amante con ese nombre. Ya en 1950 J. Frutos Gómez de las Cortinas dio la voz de alarma sobre el posible fraude, en "La formación literaria de Bécquer", Revista Bibliográfica y Documental IV, ene-dic 1950, págs. 77 a 99, según el cual 10 de las 13 rimas serían apócrifas. Pero el golpe de gracia lo daría en 1970 Rafael Montesinos, en "Adiós a Elisa Guillén", Ínsula nº 289, 15-12-1970, págs. 10-12, y en otros trabajos posteriores. Sobre todo ello véase, por ejemplo, el artículo de M. Palenque en Memorias, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1979, págs. 77 y ss..
María Dolores Ouro Agromartín (2018). «Tumbas y epitafio de Gustavo Adolfo Bécquer. Desde mi celda (III)». ArtyHum Revista de Artes y Humanidades (Vigo) (53): 133-146. ISSN2341-4898.
Casta Esteban publicó en 1884 una colección de doce cuentos, Mi primer ensayo. Colección de cuentos con pretensiones de artículos, agregando a su firma su condición de viuda del poeta. Algunos de ellos se consideran autobiográficos, y en uno posiblemente refleja una infidelidad de ella estando aún casada. Cf. C. A. Rizos Jiménez, "Sobre un ensayo de ensayo: Mi primer ensayo de Casta Esteban", Scriptura 14, 1998 (Ejemplar dedicado a: El ensayo contemporáneo), págs. 65-72.