«Britannica». Archivado desde el original el 9 de noviembre de 2013. Consultado el 9 de abril de 2014.
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Alejandro Magno y el Arte, pg. 130 y ss.: Pollit ha lanzado una hipótesis -muy acertada en nuestra opinión- de que pudiera haber sido Lisipo el primer escultor "que se dedicó a intentar captar el carácter de sus retratados". La hipótesis tiene dos buenas bases: en primer lugar, por el hecho irrebatible de que Lisipo había realizado innumerables retratos de Alejandro donde ya hubiese reflejado no sólo unas facciones concretas, sino también todo un cúmulo de datos psíquicos perfectamente percibibles. En realidad, centrado en el macedonio, yha había creado el retrato psicológico,o, al menos, había sabido captar el carácter de Alejandro. Y la segunda base para afirmar la hipótesis de Pollit (esta, quizás, más rebatible) se asienta en el posible retrato que, a instancias del Rey, hiciese Lisipo a Aristóteles. La cuestión de este hipotético retrato de Aristóteles es la siguiente: en el ágora de Atenas se descubrió una herma sin cabeza, en cuya inscripción se especificaba que sostenía un retrato de Aristóteles dedicado por el propio Alejandro en memoria de su preceptor. Dado que la inscripción es auténtica, es lógico presuponer que el monarca hubiese hecho el encargo a su escultor de confianza, Lisipo. Así pues, el problema radica en saber cómo podía ser la cabeza que coronase el monumento... En una búsqueda denodada por encontrar algún original griego o copia romana que pudiese reproducir aquel encargo de Alejandro. (tan importante como para haber sido empeño directo del Rey y haber estado ubicado en un sitio tan privilegiado como fuera el ágora de Atenas) se han puesto los ojos en una cabeza conservada en el Lunsthistorisches Museum de Viena, copia romana de un original griego y que, en mármol y en una altura de 0,29 m, representa a un personaje maduro, de rasgos totalmente personales y captado en un perfecto matiz de concentración reflexiva. Es, indudablemente, el retrato de un filósofo o de un pensador, y, según los máximos especialistas, el más antiguo retrato de Aristóteles realizado por manos romanas. ¿Por qué, pues, no podría tratarse de una réplica del original griego del ágora ateniense?... Además de esas simples conjeturas existe otra prueba que siempre se aduce al tratar de la identificación de esta cabeza de Viena con el retrato del filósofo debido a Lisipo: se refiere ésta a un foamos dibujo -descubierto en el siglo XVI- que representa a un busto de Aristóteles (¿el de Atenas?). tal dibujo ha desaparecido, pero, por las descripciones conservadas, parece que se da una coincidencia total con la copia romana del Kunsthistorisches Museum. Por ambos datos, en el momento presente, se considera esta cabeza como la reproducción más viable del retrato encargado por Alejandro. Si aceptamos, pues, todas estas posturas, tendremos que Lisipo, por orden del soberano, realizó un retrato de Aristóteles y que en él plasmó, por primera vez en un personaje que no fuera Alejandro, unos rasgos personales y un éthos concreto. Es decir: que transfirió al filósofo al retratarle el mismo tratamiento que el conferido al filósofo al retratarle el mismo tratamiento que el conferido al monarca, si bien, claro está, cambiando las facciones y dotándole de los datos psíquicos propios de Aristóteles. ... Sobre estos primeros pasos creacionales, llevados a cabo en tiempos del macedonio, tras su muerte, desde los primeros años del siglo III a. de C., se va a ir desarrollando la retratística psicológica de forma imparable y cada vez con mayor profusión. Esta comienza a darse en los talleres de Atenas, dando lugar a toda una serie de retratos de pensadores que, por presentar todos ellos expresiones reflexivas, concentración intelectual y una patente tensión interna, bien pudieran seguir el modelo del Aristóteles del ágora. ... Al respecto es fundamental el retrato de Epicuro, de la primera mitad del siglo III a. de C., cuyo original se ha perdido, pero del que se conserva una magnífica copia romana, en mármol y de 0,404 m de altura, en el Museo Metropolitano de Nueva York. Epicuro vivió entre el 341 y el 270 a. de C., pudiendo, por lo tanto, calcularse la ejecución de su retrato bien en los últimos años de su vida, bien en los primeros años tras su muerte.