Analysis of information sources in references of the Wikipedia article "Nacionalismo español" in Spanish language version.
Existe un nacionalismo español, sí, aunque algunos prefieran llamarlo patriotismo constitucional, y consiste en el conjunto de sentimientos y creencias alrededor de la centralidad de la nación española para la articulación territorial de nuestro Estado. De hecho, millones de españoles comparten ese nacionalismo español, más allá de las élites políticas e intelectuales que han intentado definirlo... son lamentables las falsificaciones de quienes equiparan este nacionalismo español con los nacionalismos étnicos excluyentes, porque los nacionalistas españoles son los que acordaron en la Transición la construcción de un Estado profundamente descentralizado, en el máximo nivel de descentralización de las democracias del planeta. Son nacionalistas que creen que España es un país plural, de identidades complejas, y son los que defienden el Estado de las autonomías frente a quienes lo quieren destruir. Y estos nacionalistas españoles nada tienen que ver con el nacionalismo español del franquismo, en contra de lo que insinúan y hasta afirman en ocasiones sus detractores. Su concepto de nación española y su concepto de estado están en los antípodas del franquismo, y no sólo desde el punto de la oposición de la democracia a la dictadura. Otra cosa es que los antifranquistas menos evolucionados políticamente se empeñen en ver nacionalismo español franquista en cualquier defensa de la nación española. Pero ése es el problema de sus fantasmas del pasado y no de los españoles modernos, de derecha y de izquierda, que han sabido conjugar nación española con democracia.
en general, la izquierda vasca (dirigida por el socialista Indalecio Prieto) fue lealmente republicana. Otro tanto ocurrió con la navarra. Y si en alguna ocasión realizaron algún acto insurreccional, fue "en defensa de la República" (Pamplona, febrero de 1936). Su propósito confesado era "republicanizar" Vasconia. Disolver la "Gibraltar vaticanista" (Prieto), que Vasconia se implicara en el proyecto de estado social y de derecho que constituía la República española. Para ello, resultó clave desde 1932 el proyecto de Estatuto de autonomía.
La relación histórica entre PSOE y PNV ha sido objeto de particular análisis desde medios críticos, como éste artículo de Pío Moa: 1934: La extraña alianza izquierdista-peneuvista, Libertad Digital, 20 de febrero de 2004.
La frase es muy a menudo citada con alguna variante, como la Lengua va con el Imperio, como lo hace Martínez de Sousa, en Cerida, odiada ortografía. Las propuestas de reformar el español escrito tropiezan con el escepticismo y el desinterés, en El País, 26/11/1989. Un informe sobre La cuestión lingüística en siglo XVI, por Ricardo García Cárcel en Artehistoria.siempre la lengua fue compañera del imperio: y de tal manera lo siguió: que junta mente començaron. crecieron. y florecieron. y después junta fue la caída de entrambos
según las investigaciones serias, manifiestan un sólido y creciente apoyo al llamado pacto constitucional del 78 (por las dudas: Enric Martínez-Herrera y Thomas Milley, The Constitution and the Politics of National Identity in Contemporary Spain, en Nations & Nationalism 2010, 16, 1).(Félix Ovejero Lucas La sentencia y la hidráulica, El País, 21 de julio de 2010)
La perspectiva del Partido Popular se refleja en éste artículo de César Alcalá: El "patriotismo constitucional".
La de un artículo de Fernando Savater Vivere libero (EL PAÍS 6 de diciembre de 2001), citado por Bernat Castany Prado en Literatura posnacional, Editum, 2007, ISBN 978-84-8371-684-7, pg. 71.
“La dictadura y el régimen de Franco desacreditaron el españolismo y los nacionalismos -sobre todo el vasco y el catalán- que se redefinieron como liberación nacional y se identificó democracia en España con derechos de las nacionalidades. Eso es una interpretación muy criticable, en parte falsa, pero que se ha producido y es difícil reconstruir una idea fuerte de España sobre eso que hace años llamábamos patriotismo constitucional”Juan Pablo Fusi, profesor de la universidad Complutense de Madrid, en “Breve historia del mundo contemporáneo” (entrevistas en COPE, 5 de octubre de 2013).
. Este filósofo, que defiende posiciones contrarias a los nacionalismos periféricos, llegó a decir, en el transcurso de un coloquio España me la suda o me la sopla, con lo que quería expresar que era el Estado como garante de los derechos ciudadanos y no la nación lo que le motivaba a defender la unidad de la nación española. Savater se explicó en Basta Ya: Por allí resopla. Se vio obligado a insistir sobre el tema, como se recoge en Libertad Digital, el 9 de octubre de 2007Fernando Savater insiste: "La idea de España me la sopla"El nacionalismo en general es imbecilizador, aunque los hay leves y graves, los del forofo del alirón y el que se pone el cuchillo en la boca para matar. Hay gente sin conocimientos históricos, el nacionalismo atonta y algunos son virulentos. Afortunadamente en Cataluña la situación es diferente a la del País Vasco, aunque esa minoría es una alarma que nos dice que algo hay que hacer. El nacionalismo es una inflamación de la nación igual que la apendicitis es una inflamación del apéndice.
Del fracaso del Estatuto de Bayona puede desprenderse fácilmente que su influencia en la historia constitucional española fue prácticamente nula. Su principal aportación derivó por una vía negativa, ya que sirvió de revulsivo a los «patriotas» para que elaborasen la Constitución de 1812, verdadero envés liberal del Estatuto. Positivamente la influencia del Estatuto de Bayona en el célebre texto de Cádiz es inapreciable, puesto que respondían a filosofías muy distintas: autoritaria e ilustrada la del primero; netamente liberal, la del segundo. Nada más errado que las interesadas palabras del afrancesado Marchena, quien decía que la Constitución de Cádiz sólo tenía de bueno lo que había copiado al texto de Bayona
A mí que tanto me duele España, mi patria, como podía dolerme el corazón, o la cabeza o el vientre, cada uno de estos viajes que hago por nuestras capitales de provincia me llena de cierto pesar no exento de hondas inquietudes.
El artículo, no obstante, no es tan pesimista como pueda parecer, e incluso denuncia:
la manía lamentabilísima que aqueja a casi todos los españoles, la manía de quejarse. (...) Yo creo que es una secuela de aquella pordiosería que nuestra literatura picaresca tan bien retrata. (...) cuando oigais a un español quejarse de las cosas de su patria no le hagais mucho caso. Siempre exagera; la mayor parte de las veces miente. Por un atavismo mendicante busca ser compadecido y no sabe que es desdeñado.
En ese punto coincide con tópicos similares debidos a muchos artículos de Mariano José de Larra (como En este país, 1833); uno de ellos convertido en poema por Joaquín Bartrina: si habla mal de España, es español.
Oyendo hablar a un hombre, fácil esacertar dónde vio la luz del sol;
si os alaba a Inglaterra, será inglés,
si os habla mal de Prusia, es un francés,
y si habla mal de España, es español.
Arabescos, segunda serie. En Obras Poéticas.
Véase citado por el propio Unamuno en Obras completas de Unamuno, volumen 8, Ensayos. Ha sido utilizado como título por Fernando Sánchez Dragó para su ensayo (2008) Y si habla mal de España... es español. Barcelona: Planeta. ISBN 978-84-08-07697-1.
A mí que tanto me duele España, mi patria, como podía dolerme el corazón, o la cabeza o el vientre, cada uno de estos viajes que hago por nuestras capitales de provincia me llena de cierto pesar no exento de hondas inquietudes.
El artículo, no obstante, no es tan pesimista como pueda parecer, e incluso denuncia:
la manía lamentabilísima que aqueja a casi todos los españoles, la manía de quejarse. (...) Yo creo que es una secuela de aquella pordiosería que nuestra literatura picaresca tan bien retrata. (...) cuando oigais a un español quejarse de las cosas de su patria no le hagais mucho caso. Siempre exagera; la mayor parte de las veces miente. Por un atavismo mendicante busca ser compadecido y no sabe que es desdeñado.
En ese punto coincide con tópicos similares debidos a muchos artículos de Mariano José de Larra (como En este país, 1833); uno de ellos convertido en poema por Joaquín Bartrina: si habla mal de España, es español.
Oyendo hablar a un hombre, fácil esacertar dónde vio la luz del sol;
si os alaba a Inglaterra, será inglés,
si os habla mal de Prusia, es un francés,
y si habla mal de España, es español.
Arabescos, segunda serie. En Obras Poéticas.
Véase citado por el propio Unamuno en Obras completas de Unamuno, volumen 8, Ensayos. Ha sido utilizado como título por Fernando Sánchez Dragó para su ensayo (2008) Y si habla mal de España... es español. Barcelona: Planeta. ISBN 978-84-08-07697-1.
según las investigaciones serias, manifiestan un sólido y creciente apoyo al llamado pacto constitucional del 78 (por las dudas: Enric Martínez-Herrera y Thomas Milley, The Constitution and the Politics of National Identity in Contemporary Spain, en Nations & Nationalism 2010, 16, 1).(Félix Ovejero Lucas La sentencia y la hidráulica, El País, 21 de julio de 2010)
La perspectiva del Partido Popular se refleja en éste artículo de César Alcalá: El "patriotismo constitucional".
La de un artículo de Fernando Savater Vivere libero (EL PAÍS 6 de diciembre de 2001), citado por Bernat Castany Prado en Literatura posnacional, Editum, 2007, ISBN 978-84-8371-684-7, pg. 71.
“La dictadura y el régimen de Franco desacreditaron el españolismo y los nacionalismos -sobre todo el vasco y el catalán- que se redefinieron como liberación nacional y se identificó democracia en España con derechos de las nacionalidades. Eso es una interpretación muy criticable, en parte falsa, pero que se ha producido y es difícil reconstruir una idea fuerte de España sobre eso que hace años llamábamos patriotismo constitucional”Juan Pablo Fusi, profesor de la universidad Complutense de Madrid, en “Breve historia del mundo contemporáneo” (entrevistas en COPE, 5 de octubre de 2013).
Desde hace algunos años hay crecientes razones para preocuparse en nuestro país por la situación institucional de la lengua castellana, la única lengua juntamente oficial y común de todos los ciudadanos españoles. Desde luego, no se trata de una desazón meramente cultural -nuestro idioma goza de una pujanza envidiable y creciente en el mundo entero, sólo superada por el chino y el inglés- sino de una inquietud estrictamente política: se refiere a su papel como lengua principal de comunicación democrática en este país, así como de los derechos educativos y cívicos de quienes la tienen como lengua materna o la eligen con todo derecho como vehículo preferente de expresión, comprensión y comunicación.
El documento ha sido objeto de un debate extenso. Un ejemplo de respuesta crítica, por parte del viceconsejero de Política Lingüística del Gobierno vasco, Patxi Baztarrika Galparsoro: Los temores de Goliat, El País, 18/07/2008.
Manifiesto que, más que a favor de "la lengua común", parece abogar por el monolingüismo de facto... Sería deseable que los firmantes y vitoreadores de tan trasnochados principios, en lugar de abogar por una "modificación constitucional y de algunos Estatutos autonómicos" (¡eso mismo que, en otros contextos, acarrea inmediato anatema!), petición harto sospechosa de nostalgia preconstitucional, regresaran al espíritu de regeneración democrática que ha permitido en Euskadi la construcción de un amplísimo acuerdo político y social en torno al euskera. Sin coacción, pero con firmeza; sin agresiones, pero también sin tibieza.
Fraga le recuerda el papel del Ejército en la unidad de España, El Mundo, 18 de diciembre de 2003.El presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga [del PP], recordó ayer a Pasqual Maragall [entonces presidente de la Generalitat de Cataluña, del PSOE, en respuesta a unas previas declaraciones de éste] que el artículo 8 de la Constitución Española dice que las Fuerzas Armadas tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España y defender su integridad territorial. «Si ése es el drama que algunos quieren acometer, allá ellos», añadió. Fraga concluyó su intervención dando un «¡Viva la Constitución de España!».
A menudo se habla y se escribe como si el único nacionalismo que hubiera aparecido sobre la faz de la Tierra a principios del siglo XIX fuera el español. En realidad se trata de un fenómeno universal, o casi. (...) El Estado-nación es producto de la gran revolución moderna que se inicia en Holanda e Inglaterra en el siglo XVII y que se generaliza un siglo más tarde con la independencia de Estados Unidos y la Revolución francesa, que, en realidad, es una Revolución Europea. Todo esto ya lo establecieron hace medio siglo Louis Gottschalk y Jacques Godechot, entre otros. Lo interesante del caso español no me parece ser su pugna por ser una nación moderna en el siglo XIX. Eso les ocurre a todas, empezando por Francia, e incluyendo a las anglosajonas, donde también hay una larga y compleja pugna por la modernidad. La originalidad española estriba en que, siendo un país atrasado económica e intelectualmente a comienzos del siglo XIX, lucha con una gallardía extraordinaria por preservar su identidad a la vez que se esfuerza por adoptar y adaptar lo mejor del programa revolucionario: el parlamentarismo, la Constitución, la soberanía popular, las libertades básicas.El Dos de Mayo y la nación, El País, 21/05/2008.
Desde el fin del Antiguo Régimen, que en España no llega hasta 1975, asistimos a una incómoda cohabitación de nacionalismos. En cabeza, el más inicuo de todos por desconocerse como tal, el nacionalismo español, y a la zaga, los llamados nacionalismos periféricos, que suelen presentarse de forma cándida o taimada como los únicos realmente existentes.Vladimir López, La nación exhausta, Público, 12 de octubre de 2013
Los nacionalistas catalanes nos dicen que todos somos nacionalistas pero el ejercicio del reconocimiento únicamente han de realizarlo aquellos a los que, paradójicamente, ellos mismos no reconocerán jamás su identidad nacional. España, en su discurso, no es nunca una nación sino un Estado. ... Bajo este punto de vista, el Estado español, lo que los nacionalistas españoles llamarían España, es un ente artificial y, por tanto, de naturaleza contingente que, por medio de la fuerza y de la violencia, busca formar una nación artificial sacrificando las verdaderas naciones, naturales, que habitan su territorio. ... para el nacionalismo catalán todos somos nacionalistas, pero no de la misma manera. Los nacionalistas catalanes, gallegos y vascos defenderían una nación natural y, por tanto, errados o no en los medios que utilizan para convertir sus naciones en estados, tienen a su favor el defender una causa legítima. Sin embargo, los nacionalistas españoles defenderían una nación antinatural, artificiosa, que al no acomodarse al orden natural de las cosas resulta indefectiblemente violenta. De modo que, con toda naturalidad, los nacionalistas catalanes nos dicen que lo que ha de hacer el nacionalismo español para abandonar su violenta catalanofobia es reconocer a Cataluña como nación e, implícitamente, renunciar a la suya propia, esto es, a España. En resumen, que la reiterada demanda del reconocimiento del carácter plurinacional del Estado no significa otra cosa que la exigencia de renuncia a la idea de España como nación por parte de aquellos que participan de este sentimiento de identidad. Los españoles habrán de rendirse.Ángel Rivero, ¿Nosotros no somos nada?, La Razón, 13 de octubre de 2013
Tenga Vuestra Majestad por el negocio más importante de su monarquía el hacerse rey de España; quiero decir, Señor, que no se contente Vuestra Majestad con ser rey de Portugal, de Aragón, de Valencia, Conde de Barcelona, sino que trabaje y piense con consejo mudado y secreto por reducir estos reinos de que se compone España al estilo y las leyes de Castilla sin ninguna diferencia, que si Vuestra Majestad lo alcanza, será el Príncipe más poderoso del mundo.
El concepto de natio (nación) utilizado desde el Renacimiento, seguirá subordinado a un campo semántico presidido por la noción de Monarquía (José María Jover Zamora, como comentario al memorial de Olivares y otros textos contemporáneos, como el de Juan de Palafox y Mendoza Historia y civilización: escritos seleccionados Volumen 13, pg. 78 Universitat de València, 1997 ISBN 978-84-370-2692-3). La pretensión de control de la monarquía (tanto la autoritaria como la absoluta) sobre los súbditos tenía causas y objetivos muy diferentes a las del posterior nacionalismo.
El carácter irreductiblemente feudal del absolutismo permaneció... Ejército, burocracia, diplomacia y dinastía formaban un inflexible complejo feudal que regía toda la maquinara del estado y guiaba sus destinos. La dominación del Estado absolutista fue la dominación de la nobleza feudal en la época de la transición al capitalismo. Su final señalaría la crisis del poder de esa clase: la llegada de las revoluciones burguesas y la aparición del Estado capitalista.Perry Anderson El Estado Absolutista, pg. 37
La consideración de "naciones-estado" a los de Europa occidental desde finales de la Edad Media y comienzos de la Edad Moderna es un tópico de la historiografía y la ciencia política, y se vincula a la propia construcción de los conceptos de Estado, nación y soberanía, como refiere aquí Gregorio Peces-Barba (El País, 1/12/2011):
España con Francia e Inglaterra es uno de los países que antes alcanzaron un Estado unitario en los orígenes de la modernidad y que solo tuvo dos soberanos desde que este concepto expresa la unidad del poder moderno, la soberanía a partir de su construcción teórica para Jean Bodino en Los seis libros de la República 1576. En el Estado absoluto el soberano era el rey que estaba por encima de las leyes, y en el liberal, a partir de la Constitución de 1812, el soberano fue la nación, entendida como el conjunto de los ciudadanos.
Por supuesto, no existía un sujeto colectivo que entonces permitiera hablar de nación como titular de la soberanía. Sí existía, en cambio, una conciencia en las élites de identidad nacional que venía de muy atrás y que la voluntad de reforma acentúaEl Dos de Mayo y la nación, El País, 28/04/2008
Reconocer la existencia de diversas naciones en España no supone que se tenga que ser nacionalista. Muchos españoles no somos nacionalistas, pero eso no impide saber de un proceso que hunde sus raíces en nuestra(s) historia(s), más o menos fabulada(s) e interesada(s), y en la incapacidad de articular un proyecto colectivo capaz de integrar a distintos pueblos que se sienten diferentes. Precisamente ahí radica la diferencia fundamental entre quienes son nacionalistas y quienes no lo somos. Para algunos sectores del nacionalismo democrático vasco o catalán, el objetivo perseguido será conseguir que su nación se convierta en un Estado-(nación) o aspirar a algún tipo de asociación confederal, confundiendo de paso la parte con el todo en su propio ámbito cultural y negando la realidad crecientemente multicultural allí existente. Los riesgos y los costos de iniciar ese camino, poco realista a mi juicio, son tan importantes como imprevisibles. Por su parte, un nacionalista español procurará negar toda opción a las otras culturas sociales minoritarias. Persistir en esa posición, negando la diversidad y el reconocimiento en serio de hechos diferenciales, es igualmente indefendible e insostenible.
según las investigaciones serias, manifiestan un sólido y creciente apoyo al llamado pacto constitucional del 78 (por las dudas: Enric Martínez-Herrera y Thomas Milley, The Constitution and the Politics of National Identity in Contemporary Spain, en Nations & Nationalism 2010, 16, 1).(Félix Ovejero Lucas La sentencia y la hidráulica, El País, 21 de julio de 2010)
La perspectiva del Partido Popular se refleja en éste artículo de César Alcalá: El "patriotismo constitucional".
La de un artículo de Fernando Savater Vivere libero (EL PAÍS 6 de diciembre de 2001), citado por Bernat Castany Prado en Literatura posnacional, Editum, 2007, ISBN 978-84-8371-684-7, pg. 71.
“La dictadura y el régimen de Franco desacreditaron el españolismo y los nacionalismos -sobre todo el vasco y el catalán- que se redefinieron como liberación nacional y se identificó democracia en España con derechos de las nacionalidades. Eso es una interpretación muy criticable, en parte falsa, pero que se ha producido y es difícil reconstruir una idea fuerte de España sobre eso que hace años llamábamos patriotismo constitucional”Juan Pablo Fusi, profesor de la universidad Complutense de Madrid, en “Breve historia del mundo contemporáneo” (entrevistas en COPE, 5 de octubre de 2013).
La frase es muy a menudo citada con alguna variante, como la Lengua va con el Imperio, como lo hace Martínez de Sousa, en Cerida, odiada ortografía. Las propuestas de reformar el español escrito tropiezan con el escepticismo y el desinterés, en El País, 26/11/1989. Un informe sobre La cuestión lingüística en siglo XVI, por Ricardo García Cárcel en Artehistoria.siempre la lengua fue compañera del imperio: y de tal manera lo siguió: que junta mente començaron. crecieron. y florecieron. y después junta fue la caída de entrambos
Desde hace algunos años hay crecientes razones para preocuparse en nuestro país por la situación institucional de la lengua castellana, la única lengua juntamente oficial y común de todos los ciudadanos españoles. Desde luego, no se trata de una desazón meramente cultural -nuestro idioma goza de una pujanza envidiable y creciente en el mundo entero, sólo superada por el chino y el inglés- sino de una inquietud estrictamente política: se refiere a su papel como lengua principal de comunicación democrática en este país, así como de los derechos educativos y cívicos de quienes la tienen como lengua materna o la eligen con todo derecho como vehículo preferente de expresión, comprensión y comunicación.
El documento ha sido objeto de un debate extenso. Un ejemplo de respuesta crítica, por parte del viceconsejero de Política Lingüística del Gobierno vasco, Patxi Baztarrika Galparsoro: Los temores de Goliat, El País, 18/07/2008.
Manifiesto que, más que a favor de "la lengua común", parece abogar por el monolingüismo de facto... Sería deseable que los firmantes y vitoreadores de tan trasnochados principios, en lugar de abogar por una "modificación constitucional y de algunos Estatutos autonómicos" (¡eso mismo que, en otros contextos, acarrea inmediato anatema!), petición harto sospechosa de nostalgia preconstitucional, regresaran al espíritu de regeneración democrática que ha permitido en Euskadi la construcción de un amplísimo acuerdo político y social en torno al euskera. Sin coacción, pero con firmeza; sin agresiones, pero también sin tibieza.
los espacios privilegiados del poder blando: la cultura y, sobre todo, la lengua, que es nuestro principal activo. Así lo avalan 400 millones de hispanohablantes en Latinoamérica y 40 millones en EE UU. Según algunos expertos, el valor económico del español alcanza al 15% del PIB.
En España, precisamente, desde el Arancel de los Moderados de 1847, acentuado con el mensaje proteccionista de Cánovas del Castillo maximizado por el Arancel de Guerra de 1891, y continuado, de modo cada vez más fuerte, hasta 1957, existió una clarísima mentalidad autárquica.
en general, la izquierda vasca (dirigida por el socialista Indalecio Prieto) fue lealmente republicana. Otro tanto ocurrió con la navarra. Y si en alguna ocasión realizaron algún acto insurreccional, fue "en defensa de la República" (Pamplona, febrero de 1936). Su propósito confesado era "republicanizar" Vasconia. Disolver la "Gibraltar vaticanista" (Prieto), que Vasconia se implicara en el proyecto de estado social y de derecho que constituía la República española. Para ello, resultó clave desde 1932 el proyecto de Estatuto de autonomía.
La relación histórica entre PSOE y PNV ha sido objeto de particular análisis desde medios críticos, como éste artículo de Pío Moa: 1934: La extraña alianza izquierdista-peneuvista, Libertad Digital, 20 de febrero de 2004.
«en Filipinas, el extranjero fomenta perturbaciones. La masonería lo invade todo. En Cuba, los insurrectos tienen protecciones poderosas; las mismas logias, pero una gran nación detrás». Jaime de Andrade pone en labios del personaje estas palabras:«Abandonados el Ejército y la Marina por España; prisioneros de España. Yo he leído en el Estado Mayor del Capitán General de la Isla cartas que destilaban sangre. El Gobierno no quiere aventuras; hay que contemporizar. No se pueden enviar más hombres. La guerra no es popular».
Uno de los oficiales presentes interrumpe: «¿Qué han hecho para que lo sea? ¡Cuánta vergüenza!». Y el jefe de Estado Mayor sentencia: «Al final, sin armas, sin efectivos, sin política exterior, aislados del mundo, tendremos la culpa los militares».
Tenga Vuestra Majestad por el negocio más importante de su monarquía el hacerse rey de España; quiero decir, Señor, que no se contente Vuestra Majestad con ser rey de Portugal, de Aragón, de Valencia, Conde de Barcelona, sino que trabaje y piense con consejo mudado y secreto por reducir estos reinos de que se compone España al estilo y las leyes de Castilla sin ninguna diferencia, que si Vuestra Majestad lo alcanza, será el Príncipe más poderoso del mundo.
El concepto de natio (nación) utilizado desde el Renacimiento, seguirá subordinado a un campo semántico presidido por la noción de Monarquía (José María Jover Zamora, como comentario al memorial de Olivares y otros textos contemporáneos, como el de Juan de Palafox y Mendoza Historia y civilización: escritos seleccionados Volumen 13, pg. 78 Universitat de València, 1997 ISBN 978-84-370-2692-3). La pretensión de control de la monarquía (tanto la autoritaria como la absoluta) sobre los súbditos tenía causas y objetivos muy diferentes a las del posterior nacionalismo.
El carácter irreductiblemente feudal del absolutismo permaneció... Ejército, burocracia, diplomacia y dinastía formaban un inflexible complejo feudal que regía toda la maquinara del estado y guiaba sus destinos. La dominación del Estado absolutista fue la dominación de la nobleza feudal en la época de la transición al capitalismo. Su final señalaría la crisis del poder de esa clase: la llegada de las revoluciones burguesas y la aparición del Estado capitalista.Perry Anderson El Estado Absolutista, pg. 37
La consideración de "naciones-estado" a los de Europa occidental desde finales de la Edad Media y comienzos de la Edad Moderna es un tópico de la historiografía y la ciencia política, y se vincula a la propia construcción de los conceptos de Estado, nación y soberanía, como refiere aquí Gregorio Peces-Barba (El País, 1/12/2011):
España con Francia e Inglaterra es uno de los países que antes alcanzaron un Estado unitario en los orígenes de la modernidad y que solo tuvo dos soberanos desde que este concepto expresa la unidad del poder moderno, la soberanía a partir de su construcción teórica para Jean Bodino en Los seis libros de la República 1576. En el Estado absoluto el soberano era el rey que estaba por encima de las leyes, y en el liberal, a partir de la Constitución de 1812, el soberano fue la nación, entendida como el conjunto de los ciudadanos.
según las investigaciones serias, manifiestan un sólido y creciente apoyo al llamado pacto constitucional del 78 (por las dudas: Enric Martínez-Herrera y Thomas Milley, The Constitution and the Politics of National Identity in Contemporary Spain, en Nations & Nationalism 2010, 16, 1).(Félix Ovejero Lucas La sentencia y la hidráulica, El País, 21 de julio de 2010)
La perspectiva del Partido Popular se refleja en éste artículo de César Alcalá: El "patriotismo constitucional".
La de un artículo de Fernando Savater Vivere libero (EL PAÍS 6 de diciembre de 2001), citado por Bernat Castany Prado en Literatura posnacional, Editum, 2007, ISBN 978-84-8371-684-7, pg. 71.
“La dictadura y el régimen de Franco desacreditaron el españolismo y los nacionalismos -sobre todo el vasco y el catalán- que se redefinieron como liberación nacional y se identificó democracia en España con derechos de las nacionalidades. Eso es una interpretación muy criticable, en parte falsa, pero que se ha producido y es difícil reconstruir una idea fuerte de España sobre eso que hace años llamábamos patriotismo constitucional”Juan Pablo Fusi, profesor de la universidad Complutense de Madrid, en “Breve historia del mundo contemporáneo” (entrevistas en COPE, 5 de octubre de 2013).
Y ahora, lector mío, a mi modo continuaré la Historia de España, como decía Cánovas. En cuanto terminaron los desaboridos festejos, las Cortes enredáronse en el arduo trajín de fabricar la nueva Constitución, la cual si no me sale mal la cuenta, era la sexta que los españoles del siglo XIX habíamos estatuido para pasar el rato. Naturalmente, se nombró una Comisión cuyos individuos trabajaban como fieras para pergeñar el documento, y a este propósito os diré que la última nota del regocijo público, en los jolgorios de la paz, la dio don Antonio Cánovas con una frase graciosísima que vais a conocer. Hallábase una tarde en el banco azul el Presidente del Consejo, fatigado de un largo y enojoso debate, cuando se le acercaron dos señores de la Comisión para preguntarle cómo redactarían el artículo del Código fundamental que dice: son españoles los tales y tales... Don Antonio, quitándose y poniéndose los lentes, con aquel guiño característico que expresaba su mal humor ante toda impertinencia, contestó ceceoso: «Pongan ustedes que son españoles... los que no pueden ser otra cosa».
Parafraseando el tópico, Luis Cernuda escribió, en su "Díptico español": "Si yo soy español, lo soy|A la manera de aquellos que no pueden|Ser otra cosa [...]"
Desde el fin del Antiguo Régimen, que en España no llega hasta 1975, asistimos a una incómoda cohabitación de nacionalismos. En cabeza, el más inicuo de todos por desconocerse como tal, el nacionalismo español, y a la zaga, los llamados nacionalismos periféricos, que suelen presentarse de forma cándida o taimada como los únicos realmente existentes.Vladimir López, La nación exhausta, Público, 12 de octubre de 2013
Los nacionalistas catalanes nos dicen que todos somos nacionalistas pero el ejercicio del reconocimiento únicamente han de realizarlo aquellos a los que, paradójicamente, ellos mismos no reconocerán jamás su identidad nacional. España, en su discurso, no es nunca una nación sino un Estado. ... Bajo este punto de vista, el Estado español, lo que los nacionalistas españoles llamarían España, es un ente artificial y, por tanto, de naturaleza contingente que, por medio de la fuerza y de la violencia, busca formar una nación artificial sacrificando las verdaderas naciones, naturales, que habitan su territorio. ... para el nacionalismo catalán todos somos nacionalistas, pero no de la misma manera. Los nacionalistas catalanes, gallegos y vascos defenderían una nación natural y, por tanto, errados o no en los medios que utilizan para convertir sus naciones en estados, tienen a su favor el defender una causa legítima. Sin embargo, los nacionalistas españoles defenderían una nación antinatural, artificiosa, que al no acomodarse al orden natural de las cosas resulta indefectiblemente violenta. De modo que, con toda naturalidad, los nacionalistas catalanes nos dicen que lo que ha de hacer el nacionalismo español para abandonar su violenta catalanofobia es reconocer a Cataluña como nación e, implícitamente, renunciar a la suya propia, esto es, a España. En resumen, que la reiterada demanda del reconocimiento del carácter plurinacional del Estado no significa otra cosa que la exigencia de renuncia a la idea de España como nación por parte de aquellos que participan de este sentimiento de identidad. Los españoles habrán de rendirse.Ángel Rivero, ¿Nosotros no somos nada?, La Razón, 13 de octubre de 2013
Desde hace algunos años hay crecientes razones para preocuparse en nuestro país por la situación institucional de la lengua castellana, la única lengua juntamente oficial y común de todos los ciudadanos españoles. Desde luego, no se trata de una desazón meramente cultural -nuestro idioma goza de una pujanza envidiable y creciente en el mundo entero, sólo superada por el chino y el inglés- sino de una inquietud estrictamente política: se refiere a su papel como lengua principal de comunicación democrática en este país, así como de los derechos educativos y cívicos de quienes la tienen como lengua materna o la eligen con todo derecho como vehículo preferente de expresión, comprensión y comunicación.
El documento ha sido objeto de un debate extenso. Un ejemplo de respuesta crítica, por parte del viceconsejero de Política Lingüística del Gobierno vasco, Patxi Baztarrika Galparsoro: Los temores de Goliat, El País, 18/07/2008.
Manifiesto que, más que a favor de "la lengua común", parece abogar por el monolingüismo de facto... Sería deseable que los firmantes y vitoreadores de tan trasnochados principios, en lugar de abogar por una "modificación constitucional y de algunos Estatutos autonómicos" (¡eso mismo que, en otros contextos, acarrea inmediato anatema!), petición harto sospechosa de nostalgia preconstitucional, regresaran al espíritu de regeneración democrática que ha permitido en Euskadi la construcción de un amplísimo acuerdo político y social en torno al euskera. Sin coacción, pero con firmeza; sin agresiones, pero también sin tibieza.
en general, la izquierda vasca (dirigida por el socialista Indalecio Prieto) fue lealmente republicana. Otro tanto ocurrió con la navarra. Y si en alguna ocasión realizaron algún acto insurreccional, fue "en defensa de la República" (Pamplona, febrero de 1936). Su propósito confesado era "republicanizar" Vasconia. Disolver la "Gibraltar vaticanista" (Prieto), que Vasconia se implicara en el proyecto de estado social y de derecho que constituía la República española. Para ello, resultó clave desde 1932 el proyecto de Estatuto de autonomía.
La relación histórica entre PSOE y PNV ha sido objeto de particular análisis desde medios críticos, como éste artículo de Pío Moa: 1934: La extraña alianza izquierdista-peneuvista, Libertad Digital, 20 de febrero de 2004.
. Este filósofo, que defiende posiciones contrarias a los nacionalismos periféricos, llegó a decir, en el transcurso de un coloquio España me la suda o me la sopla, con lo que quería expresar que era el Estado como garante de los derechos ciudadanos y no la nación lo que le motivaba a defender la unidad de la nación española. Savater se explicó en Basta Ya: Por allí resopla. Se vio obligado a insistir sobre el tema, como se recoge en Libertad Digital, el 9 de octubre de 2007Fernando Savater insiste: "La idea de España me la sopla"El nacionalismo en general es imbecilizador, aunque los hay leves y graves, los del forofo del alirón y el que se pone el cuchillo en la boca para matar. Hay gente sin conocimientos históricos, el nacionalismo atonta y algunos son virulentos. Afortunadamente en Cataluña la situación es diferente a la del País Vasco, aunque esa minoría es una alarma que nos dice que algo hay que hacer. El nacionalismo es una inflamación de la nación igual que la apendicitis es una inflamación del apéndice.
Desde el fin del Antiguo Régimen, que en España no llega hasta 1975, asistimos a una incómoda cohabitación de nacionalismos. En cabeza, el más inicuo de todos por desconocerse como tal, el nacionalismo español, y a la zaga, los llamados nacionalismos periféricos, que suelen presentarse de forma cándida o taimada como los únicos realmente existentes.Vladimir López, La nación exhausta, Público, 12 de octubre de 2013
Los nacionalistas catalanes nos dicen que todos somos nacionalistas pero el ejercicio del reconocimiento únicamente han de realizarlo aquellos a los que, paradójicamente, ellos mismos no reconocerán jamás su identidad nacional. España, en su discurso, no es nunca una nación sino un Estado. ... Bajo este punto de vista, el Estado español, lo que los nacionalistas españoles llamarían España, es un ente artificial y, por tanto, de naturaleza contingente que, por medio de la fuerza y de la violencia, busca formar una nación artificial sacrificando las verdaderas naciones, naturales, que habitan su territorio. ... para el nacionalismo catalán todos somos nacionalistas, pero no de la misma manera. Los nacionalistas catalanes, gallegos y vascos defenderían una nación natural y, por tanto, errados o no en los medios que utilizan para convertir sus naciones en estados, tienen a su favor el defender una causa legítima. Sin embargo, los nacionalistas españoles defenderían una nación antinatural, artificiosa, que al no acomodarse al orden natural de las cosas resulta indefectiblemente violenta. De modo que, con toda naturalidad, los nacionalistas catalanes nos dicen que lo que ha de hacer el nacionalismo español para abandonar su violenta catalanofobia es reconocer a Cataluña como nación e, implícitamente, renunciar a la suya propia, esto es, a España. En resumen, que la reiterada demanda del reconocimiento del carácter plurinacional del Estado no significa otra cosa que la exigencia de renuncia a la idea de España como nación por parte de aquellos que participan de este sentimiento de identidad. Los españoles habrán de rendirse.Ángel Rivero, ¿Nosotros no somos nada?, La Razón, 13 de octubre de 2013
Por supuesto, no existía un sujeto colectivo que entonces permitiera hablar de nación como titular de la soberanía. Sí existía, en cambio, una conciencia en las élites de identidad nacional que venía de muy atrás y que la voluntad de reforma acentúaEl Dos de Mayo y la nación, El País, 28/04/2008
Por supuesto, no existía un sujeto colectivo que entonces permitiera hablar de nación como titular de la soberanía. Sí existía, en cambio, una conciencia en las élites de identidad nacional que venía de muy atrás y que la voluntad de reforma acentúaEl Dos de Mayo y la nación, El País, 28/04/2008
. Este filósofo, que defiende posiciones contrarias a los nacionalismos periféricos, llegó a decir, en el transcurso de un coloquio España me la suda o me la sopla, con lo que quería expresar que era el Estado como garante de los derechos ciudadanos y no la nación lo que le motivaba a defender la unidad de la nación española. Savater se explicó en Basta Ya: Por allí resopla. Se vio obligado a insistir sobre el tema, como se recoge en Libertad Digital, el 9 de octubre de 2007Fernando Savater insiste: "La idea de España me la sopla"El nacionalismo en general es imbecilizador, aunque los hay leves y graves, los del forofo del alirón y el que se pone el cuchillo en la boca para matar. Hay gente sin conocimientos históricos, el nacionalismo atonta y algunos son virulentos. Afortunadamente en Cataluña la situación es diferente a la del País Vasco, aunque esa minoría es una alarma que nos dice que algo hay que hacer. El nacionalismo es una inflamación de la nación igual que la apendicitis es una inflamación del apéndice.
Desde el fin del Antiguo Régimen, que en España no llega hasta 1975, asistimos a una incómoda cohabitación de nacionalismos. En cabeza, el más inicuo de todos por desconocerse como tal, el nacionalismo español, y a la zaga, los llamados nacionalismos periféricos, que suelen presentarse de forma cándida o taimada como los únicos realmente existentes.Vladimir López, La nación exhausta, Público, 12 de octubre de 2013
Los nacionalistas catalanes nos dicen que todos somos nacionalistas pero el ejercicio del reconocimiento únicamente han de realizarlo aquellos a los que, paradójicamente, ellos mismos no reconocerán jamás su identidad nacional. España, en su discurso, no es nunca una nación sino un Estado. ... Bajo este punto de vista, el Estado español, lo que los nacionalistas españoles llamarían España, es un ente artificial y, por tanto, de naturaleza contingente que, por medio de la fuerza y de la violencia, busca formar una nación artificial sacrificando las verdaderas naciones, naturales, que habitan su territorio. ... para el nacionalismo catalán todos somos nacionalistas, pero no de la misma manera. Los nacionalistas catalanes, gallegos y vascos defenderían una nación natural y, por tanto, errados o no en los medios que utilizan para convertir sus naciones en estados, tienen a su favor el defender una causa legítima. Sin embargo, los nacionalistas españoles defenderían una nación antinatural, artificiosa, que al no acomodarse al orden natural de las cosas resulta indefectiblemente violenta. De modo que, con toda naturalidad, los nacionalistas catalanes nos dicen que lo que ha de hacer el nacionalismo español para abandonar su violenta catalanofobia es reconocer a Cataluña como nación e, implícitamente, renunciar a la suya propia, esto es, a España. En resumen, que la reiterada demanda del reconocimiento del carácter plurinacional del Estado no significa otra cosa que la exigencia de renuncia a la idea de España como nación por parte de aquellos que participan de este sentimiento de identidad. Los españoles habrán de rendirse.Ángel Rivero, ¿Nosotros no somos nada?, La Razón, 13 de octubre de 2013
Del Estatuto de Nuria al efectivo que concedieron las Cortes Republicanas, media un abismo. El primero contemplaba el hecho de la autonomía de Cataluña como algo completo que incluía al pueblo, y pueblo eran los trabajadores libertarlos de la CNT. El segundo no suponía más que la sujeción del proletariado catalán a la burguesía, que en todo momento se reservaba la última palabra, recurriendo, si lo creía oportuno, al apoyo del Estado republicano. La actitud contraria al Estatuto de Nuria en las Cortes de Madrid por parte de los más conspicuos representantes de la Lliga Regionalista Catalana, es suficientemente demostrativa. La CNT, que en ningún momento se opuso a la autonomía y libertades de ningún pueblo, acogió la concesión del Estatuto del 32 sin ningún entusiasmo, y yo creo que las razones son más que obvias; la experiencia histórica iba a demostrar con hechos cómo est -ha pensado para utilizarse en contra del proleta. riado catalán.
Desde el fin del Antiguo Régimen, que en España no llega hasta 1975, asistimos a una incómoda cohabitación de nacionalismos. En cabeza, el más inicuo de todos por desconocerse como tal, el nacionalismo español, y a la zaga, los llamados nacionalismos periféricos, que suelen presentarse de forma cándida o taimada como los únicos realmente existentes.Vladimir López, La nación exhausta, Público, 12 de octubre de 2013
Los nacionalistas catalanes nos dicen que todos somos nacionalistas pero el ejercicio del reconocimiento únicamente han de realizarlo aquellos a los que, paradójicamente, ellos mismos no reconocerán jamás su identidad nacional. España, en su discurso, no es nunca una nación sino un Estado. ... Bajo este punto de vista, el Estado español, lo que los nacionalistas españoles llamarían España, es un ente artificial y, por tanto, de naturaleza contingente que, por medio de la fuerza y de la violencia, busca formar una nación artificial sacrificando las verdaderas naciones, naturales, que habitan su territorio. ... para el nacionalismo catalán todos somos nacionalistas, pero no de la misma manera. Los nacionalistas catalanes, gallegos y vascos defenderían una nación natural y, por tanto, errados o no en los medios que utilizan para convertir sus naciones en estados, tienen a su favor el defender una causa legítima. Sin embargo, los nacionalistas españoles defenderían una nación antinatural, artificiosa, que al no acomodarse al orden natural de las cosas resulta indefectiblemente violenta. De modo que, con toda naturalidad, los nacionalistas catalanes nos dicen que lo que ha de hacer el nacionalismo español para abandonar su violenta catalanofobia es reconocer a Cataluña como nación e, implícitamente, renunciar a la suya propia, esto es, a España. En resumen, que la reiterada demanda del reconocimiento del carácter plurinacional del Estado no significa otra cosa que la exigencia de renuncia a la idea de España como nación por parte de aquellos que participan de este sentimiento de identidad. Los españoles habrán de rendirse.Ángel Rivero, ¿Nosotros no somos nada?, La Razón, 13 de octubre de 2013
Desde el fin del Antiguo Régimen, que en España no llega hasta 1975, asistimos a una incómoda cohabitación de nacionalismos. En cabeza, el más inicuo de todos por desconocerse como tal, el nacionalismo español, y a la zaga, los llamados nacionalismos periféricos, que suelen presentarse de forma cándida o taimada como los únicos realmente existentes.Vladimir López, La nación exhausta, Público, 12 de octubre de 2013
Los nacionalistas catalanes nos dicen que todos somos nacionalistas pero el ejercicio del reconocimiento únicamente han de realizarlo aquellos a los que, paradójicamente, ellos mismos no reconocerán jamás su identidad nacional. España, en su discurso, no es nunca una nación sino un Estado. ... Bajo este punto de vista, el Estado español, lo que los nacionalistas españoles llamarían España, es un ente artificial y, por tanto, de naturaleza contingente que, por medio de la fuerza y de la violencia, busca formar una nación artificial sacrificando las verdaderas naciones, naturales, que habitan su territorio. ... para el nacionalismo catalán todos somos nacionalistas, pero no de la misma manera. Los nacionalistas catalanes, gallegos y vascos defenderían una nación natural y, por tanto, errados o no en los medios que utilizan para convertir sus naciones en estados, tienen a su favor el defender una causa legítima. Sin embargo, los nacionalistas españoles defenderían una nación antinatural, artificiosa, que al no acomodarse al orden natural de las cosas resulta indefectiblemente violenta. De modo que, con toda naturalidad, los nacionalistas catalanes nos dicen que lo que ha de hacer el nacionalismo español para abandonar su violenta catalanofobia es reconocer a Cataluña como nación e, implícitamente, renunciar a la suya propia, esto es, a España. En resumen, que la reiterada demanda del reconocimiento del carácter plurinacional del Estado no significa otra cosa que la exigencia de renuncia a la idea de España como nación por parte de aquellos que participan de este sentimiento de identidad. Los españoles habrán de rendirse.Ángel Rivero, ¿Nosotros no somos nada?, La Razón, 13 de octubre de 2013
Desde el fin del Antiguo Régimen, que en España no llega hasta 1975, asistimos a una incómoda cohabitación de nacionalismos. En cabeza, el más inicuo de todos por desconocerse como tal, el nacionalismo español, y a la zaga, los llamados nacionalismos periféricos, que suelen presentarse de forma cándida o taimada como los únicos realmente existentes.Vladimir López, La nación exhausta, Público, 12 de octubre de 2013
Los nacionalistas catalanes nos dicen que todos somos nacionalistas pero el ejercicio del reconocimiento únicamente han de realizarlo aquellos a los que, paradójicamente, ellos mismos no reconocerán jamás su identidad nacional. España, en su discurso, no es nunca una nación sino un Estado. ... Bajo este punto de vista, el Estado español, lo que los nacionalistas españoles llamarían España, es un ente artificial y, por tanto, de naturaleza contingente que, por medio de la fuerza y de la violencia, busca formar una nación artificial sacrificando las verdaderas naciones, naturales, que habitan su territorio. ... para el nacionalismo catalán todos somos nacionalistas, pero no de la misma manera. Los nacionalistas catalanes, gallegos y vascos defenderían una nación natural y, por tanto, errados o no en los medios que utilizan para convertir sus naciones en estados, tienen a su favor el defender una causa legítima. Sin embargo, los nacionalistas españoles defenderían una nación antinatural, artificiosa, que al no acomodarse al orden natural de las cosas resulta indefectiblemente violenta. De modo que, con toda naturalidad, los nacionalistas catalanes nos dicen que lo que ha de hacer el nacionalismo español para abandonar su violenta catalanofobia es reconocer a Cataluña como nación e, implícitamente, renunciar a la suya propia, esto es, a España. En resumen, que la reiterada demanda del reconocimiento del carácter plurinacional del Estado no significa otra cosa que la exigencia de renuncia a la idea de España como nación por parte de aquellos que participan de este sentimiento de identidad. Los españoles habrán de rendirse.Ángel Rivero, ¿Nosotros no somos nada?, La Razón, 13 de octubre de 2013
«en Filipinas, el extranjero fomenta perturbaciones. La masonería lo invade todo. En Cuba, los insurrectos tienen protecciones poderosas; las mismas logias, pero una gran nación detrás». Jaime de Andrade pone en labios del personaje estas palabras:«Abandonados el Ejército y la Marina por España; prisioneros de España. Yo he leído en el Estado Mayor del Capitán General de la Isla cartas que destilaban sangre. El Gobierno no quiere aventuras; hay que contemporizar. No se pueden enviar más hombres. La guerra no es popular».
Uno de los oficiales presentes interrumpe: «¿Qué han hecho para que lo sea? ¡Cuánta vergüenza!». Y el jefe de Estado Mayor sentencia: «Al final, sin armas, sin efectivos, sin política exterior, aislados del mundo, tendremos la culpa los militares».
Desde el fin del Antiguo Régimen, que en España no llega hasta 1975, asistimos a una incómoda cohabitación de nacionalismos. En cabeza, el más inicuo de todos por desconocerse como tal, el nacionalismo español, y a la zaga, los llamados nacionalismos periféricos, que suelen presentarse de forma cándida o taimada como los únicos realmente existentes.Vladimir López, La nación exhausta, Público, 12 de octubre de 2013
Los nacionalistas catalanes nos dicen que todos somos nacionalistas pero el ejercicio del reconocimiento únicamente han de realizarlo aquellos a los que, paradójicamente, ellos mismos no reconocerán jamás su identidad nacional. España, en su discurso, no es nunca una nación sino un Estado. ... Bajo este punto de vista, el Estado español, lo que los nacionalistas españoles llamarían España, es un ente artificial y, por tanto, de naturaleza contingente que, por medio de la fuerza y de la violencia, busca formar una nación artificial sacrificando las verdaderas naciones, naturales, que habitan su territorio. ... para el nacionalismo catalán todos somos nacionalistas, pero no de la misma manera. Los nacionalistas catalanes, gallegos y vascos defenderían una nación natural y, por tanto, errados o no en los medios que utilizan para convertir sus naciones en estados, tienen a su favor el defender una causa legítima. Sin embargo, los nacionalistas españoles defenderían una nación antinatural, artificiosa, que al no acomodarse al orden natural de las cosas resulta indefectiblemente violenta. De modo que, con toda naturalidad, los nacionalistas catalanes nos dicen que lo que ha de hacer el nacionalismo español para abandonar su violenta catalanofobia es reconocer a Cataluña como nación e, implícitamente, renunciar a la suya propia, esto es, a España. En resumen, que la reiterada demanda del reconocimiento del carácter plurinacional del Estado no significa otra cosa que la exigencia de renuncia a la idea de España como nación por parte de aquellos que participan de este sentimiento de identidad. Los españoles habrán de rendirse.Ángel Rivero, ¿Nosotros no somos nada?, La Razón, 13 de octubre de 2013
La particular combinación y relevancia de elementos cívicos de identificación, tanto en el nivel nacional como en el europeo, proviene, en parte, del rechazo a muchos de los elementos clásicos de nacionalismo, dado el abuso de los mismos por parte del régimen de Franco. De este modo, la representación de España no es fácil para muchos españoles, que se ven forzados a diferenciar constantemente entre el (legítimo) orgullo nacional y el (censurado) nacionalismo. Esto ha resultado también en un discurso público por parte de las élites políticas y los medios de comunicación social en el que la idea o el concepto de “nación española” está vedado. Alternativamente, las élites tienden a usar términos políticamente más correctos como “este país”, el “estado español” y utilizar símbolos inclusivos como la constitución, en detrimento de la bandera, el himno, el ejército etc. (Jáuregui 2002, Ruiz Jiménez 2002), todo lo cual viene a reforzar la importancia de éstos elementos en la identificación nacional de los españoles. De manera semejante, la entrada de España en la CEE, se vio no sólo como una oportunidad económica, sino como un símbolo de los valores democráticos que contribuiría a reforzarlos y consolidarlos en España. De este modo, también en el nivel europeo, los valores cívicos (respeto por los derechos y deberes de la democracia entre otros) adquirieron importancia para la identidad con Europa (véase Jáuregui 2002).
La frase es muy a menudo citada con alguna variante, como la Lengua va con el Imperio, como lo hace Martínez de Sousa, en Cerida, odiada ortografía. Las propuestas de reformar el español escrito tropiezan con el escepticismo y el desinterés, en El País, 26/11/1989. Un informe sobre La cuestión lingüística en siglo XVI, por Ricardo García Cárcel en Artehistoria.siempre la lengua fue compañera del imperio: y de tal manera lo siguió: que junta mente començaron. crecieron. y florecieron. y después junta fue la caída de entrambos
Desde hace algunos años hay crecientes razones para preocuparse en nuestro país por la situación institucional de la lengua castellana, la única lengua juntamente oficial y común de todos los ciudadanos españoles. Desde luego, no se trata de una desazón meramente cultural -nuestro idioma goza de una pujanza envidiable y creciente en el mundo entero, sólo superada por el chino y el inglés- sino de una inquietud estrictamente política: se refiere a su papel como lengua principal de comunicación democrática en este país, así como de los derechos educativos y cívicos de quienes la tienen como lengua materna o la eligen con todo derecho como vehículo preferente de expresión, comprensión y comunicación.
El documento ha sido objeto de un debate extenso. Un ejemplo de respuesta crítica, por parte del viceconsejero de Política Lingüística del Gobierno vasco, Patxi Baztarrika Galparsoro: Los temores de Goliat, El País, 18/07/2008.
Manifiesto que, más que a favor de "la lengua común", parece abogar por el monolingüismo de facto... Sería deseable que los firmantes y vitoreadores de tan trasnochados principios, en lugar de abogar por una "modificación constitucional y de algunos Estatutos autonómicos" (¡eso mismo que, en otros contextos, acarrea inmediato anatema!), petición harto sospechosa de nostalgia preconstitucional, regresaran al espíritu de regeneración democrática que ha permitido en Euskadi la construcción de un amplísimo acuerdo político y social en torno al euskera. Sin coacción, pero con firmeza; sin agresiones, pero también sin tibieza.
A mí que tanto me duele España, mi patria, como podía dolerme el corazón, o la cabeza o el vientre, cada uno de estos viajes que hago por nuestras capitales de provincia me llena de cierto pesar no exento de hondas inquietudes.
El artículo, no obstante, no es tan pesimista como pueda parecer, e incluso denuncia:
la manía lamentabilísima que aqueja a casi todos los españoles, la manía de quejarse. (...) Yo creo que es una secuela de aquella pordiosería que nuestra literatura picaresca tan bien retrata. (...) cuando oigais a un español quejarse de las cosas de su patria no le hagais mucho caso. Siempre exagera; la mayor parte de las veces miente. Por un atavismo mendicante busca ser compadecido y no sabe que es desdeñado.
En ese punto coincide con tópicos similares debidos a muchos artículos de Mariano José de Larra (como En este país, 1833); uno de ellos convertido en poema por Joaquín Bartrina: si habla mal de España, es español.
Oyendo hablar a un hombre, fácil esacertar dónde vio la luz del sol;
si os alaba a Inglaterra, será inglés,
si os habla mal de Prusia, es un francés,
y si habla mal de España, es español.
Arabescos, segunda serie. En Obras Poéticas.
Véase citado por el propio Unamuno en Obras completas de Unamuno, volumen 8, Ensayos. Ha sido utilizado como título por Fernando Sánchez Dragó para su ensayo (2008) Y si habla mal de España... es español. Barcelona: Planeta. ISBN 978-84-08-07697-1.
Citado por Juan Carlos Sánchez Illán: Ortega y Azaña frente a la España de las Autonomías: de la ley de Mancomunidades al Estatuto de Cataluña, 1914-1932El problema catalán, como todos los parejos a él, que han existido y existen en otras naciones, es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar... un problema perpetuo... un caso corriente de lo que se llama nacionalismo particularista... las naciones aquejadas por este mal son en Europa hoy aproximadamente todas, todas menos Francia [por]... su extraño centralismo.
Del Estatuto de Nuria al efectivo que concedieron las Cortes Republicanas, media un abismo. El primero contemplaba el hecho de la autonomía de Cataluña como algo completo que incluía al pueblo, y pueblo eran los trabajadores libertarlos de la CNT. El segundo no suponía más que la sujeción del proletariado catalán a la burguesía, que en todo momento se reservaba la última palabra, recurriendo, si lo creía oportuno, al apoyo del Estado republicano. La actitud contraria al Estatuto de Nuria en las Cortes de Madrid por parte de los más conspicuos representantes de la Lliga Regionalista Catalana, es suficientemente demostrativa. La CNT, que en ningún momento se opuso a la autonomía y libertades de ningún pueblo, acogió la concesión del Estatuto del 32 sin ningún entusiasmo, y yo creo que las razones son más que obvias; la experiencia histórica iba a demostrar con hechos cómo est -ha pensado para utilizarse en contra del proleta. riado catalán.
el diputado agrario Royo Villanova, que propuso en la primera sesión del 16 de junio que los catalanes tuvieran la obligación de conocer el idioma castellano y que el Diari Oficial de la Generalitat se editara a dos columnas. Sus argumentos fueron: "la obligación de que los catalanes sepan castellano y aprendan el español es algo indispensable para la clase obrera; tan indispensable que yo os digo que, si se deja este artículo sin la adición que yo recomiendo, si luego vamos a la enseñanza sin claudicaciones y debilidades, simplemente con que se conserve el statu quo que ya expliqué el otro día, ellos, por su entusiasmo catalán, porque responden a una preocupación nacionalista, porque creen que Catalunya es una nación y la nación es la lengua y que cuanta más diferencia haya en el lenguaje, más se acercan a su ideal de nación catalana; ellos en sus escuelas no enseñan castellano, y el obrero catalán, nacido en Cataluña, de padres catalanes, educado en catalán, estará mutilado para la lucha social y romperá su solidaridad con los obreros de otras partes". Aunque la propuesta de Royo Villanova no prosperó se discutieron enmiendas que ponían en duda la oficialidad de la lengua catalana: la del diputado agrario Pedro Martín y Martín, que recomendaba no dar oficialidad al catalán; la de José Antonio Balbontín, del Partido Socialista Revolucionario, que defendía la enseñanza en castellano entre la clase obrera; la del radical Rey Mora, que insistía en considerar que el castellano era la única lengua eficaz para impartir justicia; la de Miguel de Unamuno, un intelectual independiente que pretendía dejar la cooficialidad de la lengua catalana exclusivamente en el campo de la Generalitat y establecer que en los organismos del Estado así como en los documentos públicos era necesario utilizar el castellano.
Reivindicaciones Españolas sobre territorios perdídos de sus colonias a manos principalmente de Francia e Inglaterra, desde la Conchinchina hasta el Protectorado de Marruecos pasando por Guinea Española y Sáhara Español. Abundante información y mapas de las zonas mencionadas.
«en Filipinas, el extranjero fomenta perturbaciones. La masonería lo invade todo. En Cuba, los insurrectos tienen protecciones poderosas; las mismas logias, pero una gran nación detrás». Jaime de Andrade pone en labios del personaje estas palabras:«Abandonados el Ejército y la Marina por España; prisioneros de España. Yo he leído en el Estado Mayor del Capitán General de la Isla cartas que destilaban sangre. El Gobierno no quiere aventuras; hay que contemporizar. No se pueden enviar más hombres. La guerra no es popular».
Uno de los oficiales presentes interrumpe: «¿Qué han hecho para que lo sea? ¡Cuánta vergüenza!». Y el jefe de Estado Mayor sentencia: «Al final, sin armas, sin efectivos, sin política exterior, aislados del mundo, tendremos la culpa los militares».
Sobre el Estatuto catalán, monseñor Cañizares dijo que no entraba en el debate constitucional, "pero sí en el hecho de que la unidad de España es un bien moral". "El mantener esa unidad corresponde a las exigencias del bien común. Cuando esa unidad queda muy en peligro, amenazada o incluso destruida se está amenazando a un aspecto del bien común".
Y ahora, lector mío, a mi modo continuaré la Historia de España, como decía Cánovas. En cuanto terminaron los desaboridos festejos, las Cortes enredáronse en el arduo trajín de fabricar la nueva Constitución, la cual si no me sale mal la cuenta, era la sexta que los españoles del siglo XIX habíamos estatuido para pasar el rato. Naturalmente, se nombró una Comisión cuyos individuos trabajaban como fieras para pergeñar el documento, y a este propósito os diré que la última nota del regocijo público, en los jolgorios de la paz, la dio don Antonio Cánovas con una frase graciosísima que vais a conocer. Hallábase una tarde en el banco azul el Presidente del Consejo, fatigado de un largo y enojoso debate, cuando se le acercaron dos señores de la Comisión para preguntarle cómo redactarían el artículo del Código fundamental que dice: son españoles los tales y tales... Don Antonio, quitándose y poniéndose los lentes, con aquel guiño característico que expresaba su mal humor ante toda impertinencia, contestó ceceoso: «Pongan ustedes que son españoles... los que no pueden ser otra cosa».
Parafraseando el tópico, Luis Cernuda escribió, en su "Díptico español": "Si yo soy español, lo soy|A la manera de aquellos que no pueden|Ser otra cosa [...]"