Analysis of information sources in references of the Wikipedia article "Razón de Estado" in Spanish language version.
... los Estados, como subrayara Maquiavelo al inicio de El príncipe, son los dominios que «han tenido y tienen soberanía sobre los hombres», y la política, como arte de Estado, era el conocimiento adecuado para atender a su conservación y aumento, y a evitar su pérdida o merma.
... los Estados, como subrayara Maquiavelo al inicio de El príncipe, son los dominios que «han tenido y tienen soberanía sobre los hombres», y la política, como arte de Estado, era el conocimiento adecuado para atender a su conservación y aumento, y a evitar su pérdida o merma.
Al llegar la armada de los Atenienses a la isla de Melos, Cleomedes, hijo de Licomedes, y Tisias, hijo de Tisímaco, que eran los jefes de la armada, antes que hiciesen mal ni daño alguno a los de la isla, enviaron embajadores a los de la ciudad para que parlamentasen con ellos, los cuales fueron oídos, aunque no delante de todo el pueblo, sino solamente de los cónsules y senadores. Los embajadores expusieron sus razones en el Senado sobre lo que les mandaron los capitanes, y los melios respondieron a ellas, y fue debatida la materia entre ellos por vía de preguntas y respuestas de la manera siguiente.Los atenienses. — «Varones melios, porque tenemos entendido que no habéis querido que hablemos delante de todo el pueblo, sino solamente aquí en este ayuntamiento aparte, pues sospecháis que, aunque nuestras razones sean buenas y verdaderas, si las proponemos de una vez todas juntas delante de todo el pueblo, acaso éste, engañado por ellas, será inducido a cometer algún yerro a causa de no haber discutido antes la materia punto por punto y altercado sobre ella, será necesario que vosotros hagáis lo mismo, a saber: que no digáis todas vuestras razones de una vez, sino por sus puntos. Según viereis que nosotros decimos alguna cosa que no os parezca conveniente ni ajustada a razón, vosotros responderéis a ella y diréis libremente vuestro parecer. Ante todas cosas, decidnos si esta manera de hablar por pregunta y respuesta que os proponemos os agrada o no.»
Los melios. — «Ciertamente, varones atenienses, esta manera de discutir los asuntos a placer y despacio no es de vituperar, pero hay una cosa del todo contraria y repugnante a esto; y es que nos parece que vosotros no venís para hablarnos de la guerra venidera, sino de la presente, que está ya dispuesta y preparada, y la traéis, como dicen, en las manos. Por tanto, bien vemos que vosotros queréis ser los jueces de esta discusión, y el final de ella será tal, que si os convencemos por derecho y por razón, no otorgando las cosas a vuestra voluntad, comenzaréis la guerra, y si consentimos en lo que vosotros queréis, quedaremos por vuestros súbditos, y en vez de libres, cautivos y en servidumbre.»
...
Los atenienses. — «Conviniendo, pues, hablar de esta suerte, no queremos usar con vosotros de frases artificiosas ni de términos extraños, como si por derecho y razón nos perteneciese el mando y señorío sobre vosotros, por causa de la victoria que en los tiempos pasados alcanzamos contra los medos, ni tampoco será menester hacer largo razonamiento para mostraros que tenemos justa causa de comenzar la guerra contra vosotros por injurias que de vosotros hayamos recibido.
«Tampoco hay necesidad de que aleguéis que fuisteis poblados por los lacedemonios, ni que no nos habéis ofendido en cosa alguna, pensando así persuadirnos de que desistamos de nuestra demanda, sino que conviene tratar aquí de lo que se debe y puede hacer, según vosotros y nosotros entendemos el negocio que al presente tenemos entre manos, y considerar que entre personas de entendimiento las cosas justas y razonables se debaten por derecho y razón, cuando la necesidad no obliga a una parte más que a la otra; pero cuando los flacos contienden sobre aquellas cosas que los más fuertes y poderosos les piden y demandan, conviene ponerse de acuerdo con éstos para conseguir el menor mal y daño posible.»
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Los melios. — «Bien conocemos claramente lo mismo que vosotros sabéis, que sería cosa muy difícil resistir a vuestras fuerzas y poder, que sin comparación son mucho mayores que las nuestras, y que la cosa no sería igual; confiamos, sin embargo, en la fortuna y en el favor divino, considerando nuestra inocencia frente a la injusticia de los otros. Y aun cuando no seamos bastantes para resistiros, esperamos el socorro y ayuda de los lacedemonios, nuestros aliados y confederados, los cuales por necesidad habrán de ayudamos y socorrernos, cuando no hubiese otra causa, a lo menos por lo que toca a su honra, por cuanto somos población de ellos, y son nuestros parientes y deudos. Por estas consideraciones comprenderéis que con gran razón hemos tenido atrevimiento y osadía para hacer lo que hacemos hasta ahora.»
Los atenienses. — «Tampoco nosotros desconfiamos de la bondad y benignidad divina, ni pensamos que nos ha de faltar, porque lo que hacemos es justo para con los dioses y conforme a la opinión y parecer de los hombres, según usan los unos con los otros; porque en cuanto toca a los dioses, tenemos y creemos todo aquello que los otros hombres tienen y creen comúnmente de ellos; y en cuanto a los hombres, bien sabemos que naturalmente por necesidad, el que vence a otro le ha de mandar y ser su señor, y esta ley no la hicimos nosotros, ni fuimos los primeros que usaron de ella, antes la tomamos al ver que los otros la tenían y usaban, y así la dejaremos perpetuamente a nuestros herederos y descendientes. Seguros estamos de que si vosotros y los otros todos tuvieseis el mismo poder y facultad que nosotros, haríais lo mismo. Por tanto, respecto a los dioses, no tememos ser vencidos por otros, y con mucha razón; y en cuanto a lo que decís de los lacedemonios, y de la confianza que tenéis en que por su honra os vendrán a ayudar, bien librados estáis, si en esto sólo os tenéis por bienaventurados, como hombres de escasa experiencia del mal; mas ninguna envidia os tenemos por esta vuestra necedad y locura. Sabed de cierto que los lacedemonios entre sí mismos, y en las cosas que conciernen a sus leyes y costumbres, muchas veces usan de virtud y bondad, mas de la manera que se han portado con los otros, os podríamos dar muchos ejemplos. En suma, os diremos por verdad lo que de ellos sabemos, que es gente que sólo tienen por bueno y honesto lo que le es agradable y apacible, y por justo lo que le es útil y provechoso; por lo cual, atenerse a sus pensamientos, que son varios y sin razón en cosa tan importante como esta en que os van la vida y las honras, no sería cordura vuestra.»
Así pues, quien juzgue necesario en su nuevo principado asegurarse de los enemigos, ganarse amigos, vencer por la fuerza o con engaños, hacerse amar y temer por los pueblos, seguir y respetar por los soldados, desembarazarse de aquellos que puedan o quieran perjudicarle, mudar los antiguos estatutos en otros recientes, ser severo y agradable, magnánimo y liberal, suprimir la tropa infiel y crear otra nueva, conservar la amistad del rey y de los príncipes de modo que tengan que beneficiarle con gracia u ofenderle con respeto, no puede encontrar más fresco ejemplo que las acciones de este duque
Citado en Ana María Cuervo, Monarquía y razón de Estado en Calderón de la Barca, Hipogrifo, vol. 8, núm. 1, pp. 393-410, 2020
Al llegar la armada de los Atenienses a la isla de Melos, Cleomedes, hijo de Licomedes, y Tisias, hijo de Tisímaco, que eran los jefes de la armada, antes que hiciesen mal ni daño alguno a los de la isla, enviaron embajadores a los de la ciudad para que parlamentasen con ellos, los cuales fueron oídos, aunque no delante de todo el pueblo, sino solamente de los cónsules y senadores. Los embajadores expusieron sus razones en el Senado sobre lo que les mandaron los capitanes, y los melios respondieron a ellas, y fue debatida la materia entre ellos por vía de preguntas y respuestas de la manera siguiente.Los atenienses. — «Varones melios, porque tenemos entendido que no habéis querido que hablemos delante de todo el pueblo, sino solamente aquí en este ayuntamiento aparte, pues sospecháis que, aunque nuestras razones sean buenas y verdaderas, si las proponemos de una vez todas juntas delante de todo el pueblo, acaso éste, engañado por ellas, será inducido a cometer algún yerro a causa de no haber discutido antes la materia punto por punto y altercado sobre ella, será necesario que vosotros hagáis lo mismo, a saber: que no digáis todas vuestras razones de una vez, sino por sus puntos. Según viereis que nosotros decimos alguna cosa que no os parezca conveniente ni ajustada a razón, vosotros responderéis a ella y diréis libremente vuestro parecer. Ante todas cosas, decidnos si esta manera de hablar por pregunta y respuesta que os proponemos os agrada o no.»
Los melios. — «Ciertamente, varones atenienses, esta manera de discutir los asuntos a placer y despacio no es de vituperar, pero hay una cosa del todo contraria y repugnante a esto; y es que nos parece que vosotros no venís para hablarnos de la guerra venidera, sino de la presente, que está ya dispuesta y preparada, y la traéis, como dicen, en las manos. Por tanto, bien vemos que vosotros queréis ser los jueces de esta discusión, y el final de ella será tal, que si os convencemos por derecho y por razón, no otorgando las cosas a vuestra voluntad, comenzaréis la guerra, y si consentimos en lo que vosotros queréis, quedaremos por vuestros súbditos, y en vez de libres, cautivos y en servidumbre.»
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Los atenienses. — «Conviniendo, pues, hablar de esta suerte, no queremos usar con vosotros de frases artificiosas ni de términos extraños, como si por derecho y razón nos perteneciese el mando y señorío sobre vosotros, por causa de la victoria que en los tiempos pasados alcanzamos contra los medos, ni tampoco será menester hacer largo razonamiento para mostraros que tenemos justa causa de comenzar la guerra contra vosotros por injurias que de vosotros hayamos recibido.
«Tampoco hay necesidad de que aleguéis que fuisteis poblados por los lacedemonios, ni que no nos habéis ofendido en cosa alguna, pensando así persuadirnos de que desistamos de nuestra demanda, sino que conviene tratar aquí de lo que se debe y puede hacer, según vosotros y nosotros entendemos el negocio que al presente tenemos entre manos, y considerar que entre personas de entendimiento las cosas justas y razonables se debaten por derecho y razón, cuando la necesidad no obliga a una parte más que a la otra; pero cuando los flacos contienden sobre aquellas cosas que los más fuertes y poderosos les piden y demandan, conviene ponerse de acuerdo con éstos para conseguir el menor mal y daño posible.»
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Los melios. — «Bien conocemos claramente lo mismo que vosotros sabéis, que sería cosa muy difícil resistir a vuestras fuerzas y poder, que sin comparación son mucho mayores que las nuestras, y que la cosa no sería igual; confiamos, sin embargo, en la fortuna y en el favor divino, considerando nuestra inocencia frente a la injusticia de los otros. Y aun cuando no seamos bastantes para resistiros, esperamos el socorro y ayuda de los lacedemonios, nuestros aliados y confederados, los cuales por necesidad habrán de ayudamos y socorrernos, cuando no hubiese otra causa, a lo menos por lo que toca a su honra, por cuanto somos población de ellos, y son nuestros parientes y deudos. Por estas consideraciones comprenderéis que con gran razón hemos tenido atrevimiento y osadía para hacer lo que hacemos hasta ahora.»
Los atenienses. — «Tampoco nosotros desconfiamos de la bondad y benignidad divina, ni pensamos que nos ha de faltar, porque lo que hacemos es justo para con los dioses y conforme a la opinión y parecer de los hombres, según usan los unos con los otros; porque en cuanto toca a los dioses, tenemos y creemos todo aquello que los otros hombres tienen y creen comúnmente de ellos; y en cuanto a los hombres, bien sabemos que naturalmente por necesidad, el que vence a otro le ha de mandar y ser su señor, y esta ley no la hicimos nosotros, ni fuimos los primeros que usaron de ella, antes la tomamos al ver que los otros la tenían y usaban, y así la dejaremos perpetuamente a nuestros herederos y descendientes. Seguros estamos de que si vosotros y los otros todos tuvieseis el mismo poder y facultad que nosotros, haríais lo mismo. Por tanto, respecto a los dioses, no tememos ser vencidos por otros, y con mucha razón; y en cuanto a lo que decís de los lacedemonios, y de la confianza que tenéis en que por su honra os vendrán a ayudar, bien librados estáis, si en esto sólo os tenéis por bienaventurados, como hombres de escasa experiencia del mal; mas ninguna envidia os tenemos por esta vuestra necedad y locura. Sabed de cierto que los lacedemonios entre sí mismos, y en las cosas que conciernen a sus leyes y costumbres, muchas veces usan de virtud y bondad, mas de la manera que se han portado con los otros, os podríamos dar muchos ejemplos. En suma, os diremos por verdad lo que de ellos sabemos, que es gente que sólo tienen por bueno y honesto lo que le es agradable y apacible, y por justo lo que le es útil y provechoso; por lo cual, atenerse a sus pensamientos, que son varios y sin razón en cosa tan importante como esta en que os van la vida y las honras, no sería cordura vuestra.»
Maquiavelo es un personaje contradictorio; admirado y objeto del rechazo más generalizado. Las contradicciones se agravan en España por razones religiosas que llevan a identificar maquiavelismo con inmoralidad y ateísmo. Gran conocedor de la realidad sociopolítica de su tiempo, su pensamiento se hace imprescindible, pero su influencia no se puede asumir en una sociedad fuertemente integradora desde el punto de vista moral. Tácito lo suple al no peligrar las tradiciones y los planteamientos morales, aún manteniendo el carácter naturalista. En él se busca la "Buena Razón de Estado", frente a la "Mala Razón de Estado" de Maquiavelo que implica separación e independencia entre política y moral.
La corte romana, teatro de la política europea, sirve de laboratorio para examinar la razón de Estado practicada por los países católicos en tiempos de la Contrarreforma... despliegue del tacitismo en la diplomacia española en Italia, que Felipe III aprobó para asegurar la quietud y neutralizar las novedades contrarias a los intereses de la Monarquía. ... el tipo de prudencia que rigió en su gobierno temporal [el de Clemente VII ]... se apoya en el 'Politicorum sive Civilis Doctrinae libri sex de J. Lipsio. ... coincidencia [de la edición española] con la edición italiana publicada en Roma el año 1604...