Newton, Isaac (1962). Hall, A.R.; Hall, M. B., eds. Unpublished Scientific Papers of Isaac Newton. Cambridge University Press. pp. 310-11. «All those ancients knew the first law [of motion] who attributed to atoms in an infinite vacuum a motion which was rectilinear, extremely swift and perpetual because of the lack of resistance... Aristotle was of the same mind, since he expresses his opinion thus...[in Physics 4.8.215a19-22], speaking of motion in the void [in which bodies have no gravity and] where there is no impediment he writes: 'Why a body once moved should come to rest anywhere no one can say. For why should it rest here rather than there ? Hence either it will not be moved, or it must be moved indefinitely, unless something stronger impedes it.'».
Sorabji, R. (2005). The Philosophy of the Commentators, 200-600 AD: Physics. G – Reference, Information and Interdisciplinary Subjects Series. Cornell University Press. p. 348. ISBN978-0-8014-8988-4. LCCN2004063547. «Un ímpetu es una fuerza interior impresa en un cuerpo en movimiento desde el exterior. Por lo tanto, contrasta con fuerzas puramente externas como la acción del aire sobre proyectiles en Aristóteles, y con fuerzas puramente internas como la naturaleza de los elementos en Aristóteles y sus seguidores ... Las teorías del impulso también contrastan con las teorías de la inercia que las reemplazaron en los siglos XVII y XVIII ... Tales ideas inerciales son meramente esporádicas en la Antigüedad y no se las atiende conscientemente como una opción separada. Aristóteles, por ejemplo, argumenta en "Phys." 4.8 que en el vacío un cuerpo en movimiento nunca se detendría, pero no se discuten las posibles implicaciones para la inercia..»
Benjamin, P. (1895). A history of electricity: (The intellectual rise in electricity) from antiquity to the days of Benjamin Franklin. New York: J. Wiley & Sons.
I. Bernard, Cohen (1976). «The Eighteenth-Century Origins of the Concept of Scientific Revolution». Journal of the History of Ideas(en inglés)37 (2): 257-288. JSTOR2708824. doi:10.2307/2708824.
Espinoza, Fernando (2005). «An analysis of the historical development of ideas about motion and its implications for teaching». Physics Education(en inglés)40 (2): 141. Bibcode:2005PhyEd..40..139E. doi:10.1088/0031-9120/40/2/002.
Hannaway, O. (1986). «Laboratory Design and the Aim of Science: Andreas Libavius versus Tycho Brahe». Isis77 (4): 584. doi:10.1086/354267.
Dobbs, J.T. (Diciembre de 1982), «Newton's Alchemy and His Theory of Matter», Isis(en inglés)73 (4): 523, doi:10.1086/353114. citandoOpticks
Schum, David A. (1979). «A Review of a Case against Blaise Pascal and His Heirs». Michigan Law Review(en inglés)77 (3): 446-483. JSTOR1288133. doi:10.2307/1288133.
Comellas, op. cit., pg. 120. Es significativa la comparación de Leibniz con Descartes que se realiza por M. Bordas-Demoulin y F. Boullier en Du cartesianisme et de l'eclecticisme, en Revue des deux mondes, 1843, pg. 938-939: "La historia de las ideas, como todas las otras historias, ofrece accidentes cómicos. Leibniz, que había querido, en interés de la religión, castigar el sistema de Descartes por el procedimiento de señalar sus errores, llega de consecuencia en consecuencia a su famosa conclusión del optimismo, es decir que priva a Dios de toda libertad, porque declara que Dios no ha podido hacer otra cosa que lo que ha hecho, y que todo fue hecho para lo mejor. Dios, en virtud misma de su derecho divino, se vio obligado a formar el mejor universo posible. Y, sin embargo, con su optimismo, ¡Leibniz se cree cristiano! Si Leibniz consiguió, hacia el final del siglo XVII, contrarrestar la influencia de Descartes, no lo hizo tanto gracias a sus ideas dogmáticas sino por su vasta e inteligente erudición en la historia de la filosofía. Descartes, Malebranche y Locke, cada uno por diferentes motivos y en diferentes grados, habían inspirado a sus contemporáneos un cierto desprecio de la sabiduría antigua. Leibniz la honraba, su gran espíritu no aceptaba representar el papel ya visto de la revuelta contra Aristóteles. Monsieur Bordas-Demoulin pretende que Leibniz no se ocupa de lógica más que para oponer Aristóteles a Descartes y adornarse con el título de sabio universal. En estas palabras hay una gran ligereza. ¿Cómo Monsieur Demoulin, quien ha leído mucho a Leibniz, no se acuerda del primer capítulo de los Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, publicados en 1765 y redactados en 1704, son una refutación capítulo por capítulo del Ensayo sobre el entendimiento humano de Locke, 1689; en forma de diálogo entre un empirista, Philalète, que representa la opinión de Locke, y un racionalista, Théophile, que representa la opinión de Leibniz -gallica.bnf.fr-, donde uno de los interlocutores, Théophile, dice así: «¿Hace falta que te dé la noticia de que ya no soy cartesiano [ Cartesio es la latinización de Descartes ], y que sin embargo estoy más distante que nunca de tu Gassendi [ Pierre Gassendi (1592-1655), sacerdote y astrónomo, que pretendía conciliar a Epicuro con el cristianismo limitando los átomos a un número finito y atribuyendo su creación e impulso a Dios ] a quien de todas formas también reconozco el saber y el mérito? Me ha impresionado un nuevo sistema del que he leído alguna cosa en las revistas científicas [journaux des savans] de París, de Leipzig y de Holanda, y en el maravilloso diccionario de Monsieur Bayle, artículo Rorarius [ latinización de Girolamo Rorario -D. Des Chene, 2005, 'Animal' as category: Bayle's "Rorarius"Archivado el 28 de marzo de 2014 en Wayback Machine.- ]. Desde entonces, me parece ver una nueva cara del interior de las cosas. Este sistema parece combinar Platón con Demócrito, Aristóteles con Descartes, los escolásticos con los modernos, la teología y la moral con la razón. Parece que toma lo mejor de todos lados, y después de eso va más lejos de lo que nunca hemos estado.» He ahí la clave de la filosofía leibniziana. Esta filosofía, en el pensamiento de su autor, era la conclusión pacífica del movimiento insurreccional de Descartes; era también la resurrección necesaria de los resultados de la sabiduría antigua, que había sido abandonada en un olvido injurioso; era, en fin, una audaz pretensión de los mejores resultados. Es el destino de todos los innovadores el ser seguidos a medias, y a medias contradichos, por los eclécticos. Tras Aristóteles y Platón ¡qué nube de conciliadores! Leibniz, que por sí solo vale un ejército de filósofos, emprendió el cierre de la revolución cartesiana mediante una transacción que él consideraba satisfacía las pretensiones legítimas de todos los grandes sistemas tanto como todas las exigencias de la razón y de la fe. La transacción fue desgarrada por Kant, que ha representado en el último siglo un papel revolucionario análogo al de Descartes, y que nosotros hemos visto en nuestros días representar por Hegel, retomando por otras vías la obra de Leibniz, desarrollar un sistema con el que ambicionaba abrazar y conciliar todo. En cuanto a Schelling, es probable que termine como Malebranche, sin querer discutir, y en el seno de la fe."
"Dorinda Outram ha señalado cómo a principios del XIX la oposición entre un espacio interior -receptor del flujo de la información- y otro exterior -un espacio abierto y emisor de información- genera un discurso sobre la distancia respecto al objeto necesaria para rentabilizar toda la información recibida. Según se sea un expedicionario o un científico de gabineta se estará en condiciones de realizar un trabajo más o menos global" (Nuria Valverde, Actos de precisión: instrumentos científicos, opinión pública y economía, CSIC, 2007; cita como fuente a Outram, New spaces in natural history).
harvard.edu
adsabs.harvard.edu
Espinoza, Fernando (2005). «An analysis of the historical development of ideas about motion and its implications for teaching». Physics Education(en inglés)40 (2): 141. Bibcode:2005PhyEd..40..139E. doi:10.1088/0031-9120/40/2/002.
I. Bernard, Cohen (1976). «The Eighteenth-Century Origins of the Concept of Scientific Revolution». Journal of the History of Ideas(en inglés)37 (2): 257-288. JSTOR2708824. doi:10.2307/2708824.
Schum, David A. (1979). «A Review of a Case against Blaise Pascal and His Heirs». Michigan Law Review(en inglés)77 (3): 446-483. JSTOR1288133. doi:10.2307/1288133.
Thomas W. Africa (1961). «Copernicus' Relation to Aristarchus and Pythagoras». Isis52 (3): 403-409. JSTOR228080. doi:10.1086/349478.
kuhf.org
Lienhard, John (2005). «Gases and Force». Rain Steam & Speed(en inglés). KUHF FM Radio. Archivado desde el original el 20 de septiembre de 2015. Consultado el 18 de diciembre de 2016.
loc.gov
lccn.loc.gov
Sorabji, R. (2005). The Philosophy of the Commentators, 200-600 AD: Physics. G – Reference, Information and Interdisciplinary Subjects Series. Cornell University Press. p. 348. ISBN978-0-8014-8988-4. LCCN2004063547. «Un ímpetu es una fuerza interior impresa en un cuerpo en movimiento desde el exterior. Por lo tanto, contrasta con fuerzas puramente externas como la acción del aire sobre proyectiles en Aristóteles, y con fuerzas puramente internas como la naturaleza de los elementos en Aristóteles y sus seguidores ... Las teorías del impulso también contrastan con las teorías de la inercia que las reemplazaron en los siglos XVII y XVIII ... Tales ideas inerciales son meramente esporádicas en la Antigüedad y no se las atiende conscientemente como una opción separada. Aristóteles, por ejemplo, argumenta en "Phys." 4.8 que en el vacío un cuerpo en movimiento nunca se detendría, pero no se discuten las posibles implicaciones para la inercia..»
Comellas, op. cit., pg. 120. Es significativa la comparación de Leibniz con Descartes que se realiza por M. Bordas-Demoulin y F. Boullier en Du cartesianisme et de l'eclecticisme, en Revue des deux mondes, 1843, pg. 938-939: "La historia de las ideas, como todas las otras historias, ofrece accidentes cómicos. Leibniz, que había querido, en interés de la religión, castigar el sistema de Descartes por el procedimiento de señalar sus errores, llega de consecuencia en consecuencia a su famosa conclusión del optimismo, es decir que priva a Dios de toda libertad, porque declara que Dios no ha podido hacer otra cosa que lo que ha hecho, y que todo fue hecho para lo mejor. Dios, en virtud misma de su derecho divino, se vio obligado a formar el mejor universo posible. Y, sin embargo, con su optimismo, ¡Leibniz se cree cristiano! Si Leibniz consiguió, hacia el final del siglo XVII, contrarrestar la influencia de Descartes, no lo hizo tanto gracias a sus ideas dogmáticas sino por su vasta e inteligente erudición en la historia de la filosofía. Descartes, Malebranche y Locke, cada uno por diferentes motivos y en diferentes grados, habían inspirado a sus contemporáneos un cierto desprecio de la sabiduría antigua. Leibniz la honraba, su gran espíritu no aceptaba representar el papel ya visto de la revuelta contra Aristóteles. Monsieur Bordas-Demoulin pretende que Leibniz no se ocupa de lógica más que para oponer Aristóteles a Descartes y adornarse con el título de sabio universal. En estas palabras hay una gran ligereza. ¿Cómo Monsieur Demoulin, quien ha leído mucho a Leibniz, no se acuerda del primer capítulo de los Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, publicados en 1765 y redactados en 1704, son una refutación capítulo por capítulo del Ensayo sobre el entendimiento humano de Locke, 1689; en forma de diálogo entre un empirista, Philalète, que representa la opinión de Locke, y un racionalista, Théophile, que representa la opinión de Leibniz -gallica.bnf.fr-, donde uno de los interlocutores, Théophile, dice así: «¿Hace falta que te dé la noticia de que ya no soy cartesiano [ Cartesio es la latinización de Descartes ], y que sin embargo estoy más distante que nunca de tu Gassendi [ Pierre Gassendi (1592-1655), sacerdote y astrónomo, que pretendía conciliar a Epicuro con el cristianismo limitando los átomos a un número finito y atribuyendo su creación e impulso a Dios ] a quien de todas formas también reconozco el saber y el mérito? Me ha impresionado un nuevo sistema del que he leído alguna cosa en las revistas científicas [journaux des savans] de París, de Leipzig y de Holanda, y en el maravilloso diccionario de Monsieur Bayle, artículo Rorarius [ latinización de Girolamo Rorario -D. Des Chene, 2005, 'Animal' as category: Bayle's "Rorarius"Archivado el 28 de marzo de 2014 en Wayback Machine.- ]. Desde entonces, me parece ver una nueva cara del interior de las cosas. Este sistema parece combinar Platón con Demócrito, Aristóteles con Descartes, los escolásticos con los modernos, la teología y la moral con la razón. Parece que toma lo mejor de todos lados, y después de eso va más lejos de lo que nunca hemos estado.» He ahí la clave de la filosofía leibniziana. Esta filosofía, en el pensamiento de su autor, era la conclusión pacífica del movimiento insurreccional de Descartes; era también la resurrección necesaria de los resultados de la sabiduría antigua, que había sido abandonada en un olvido injurioso; era, en fin, una audaz pretensión de los mejores resultados. Es el destino de todos los innovadores el ser seguidos a medias, y a medias contradichos, por los eclécticos. Tras Aristóteles y Platón ¡qué nube de conciliadores! Leibniz, que por sí solo vale un ejército de filósofos, emprendió el cierre de la revolución cartesiana mediante una transacción que él consideraba satisfacía las pretensiones legítimas de todos los grandes sistemas tanto como todas las exigencias de la razón y de la fe. La transacción fue desgarrada por Kant, que ha representado en el último siglo un papel revolucionario análogo al de Descartes, y que nosotros hemos visto en nuestros días representar por Hegel, retomando por otras vías la obra de Leibniz, desarrollar un sistema con el que ambicionaba abrazar y conciliar todo. En cuanto a Schelling, es probable que termine como Malebranche, sin querer discutir, y en el seno de la fe."
Lienhard, John (2005). «Gases and Force». Rain Steam & Speed(en inglés). KUHF FM Radio. Archivado desde el original el 20 de septiembre de 2015. Consultado el 18 de diciembre de 2016.
Comellas, op. cit., pg. 120. Es significativa la comparación de Leibniz con Descartes que se realiza por M. Bordas-Demoulin y F. Boullier en Du cartesianisme et de l'eclecticisme, en Revue des deux mondes, 1843, pg. 938-939: "La historia de las ideas, como todas las otras historias, ofrece accidentes cómicos. Leibniz, que había querido, en interés de la religión, castigar el sistema de Descartes por el procedimiento de señalar sus errores, llega de consecuencia en consecuencia a su famosa conclusión del optimismo, es decir que priva a Dios de toda libertad, porque declara que Dios no ha podido hacer otra cosa que lo que ha hecho, y que todo fue hecho para lo mejor. Dios, en virtud misma de su derecho divino, se vio obligado a formar el mejor universo posible. Y, sin embargo, con su optimismo, ¡Leibniz se cree cristiano! Si Leibniz consiguió, hacia el final del siglo XVII, contrarrestar la influencia de Descartes, no lo hizo tanto gracias a sus ideas dogmáticas sino por su vasta e inteligente erudición en la historia de la filosofía. Descartes, Malebranche y Locke, cada uno por diferentes motivos y en diferentes grados, habían inspirado a sus contemporáneos un cierto desprecio de la sabiduría antigua. Leibniz la honraba, su gran espíritu no aceptaba representar el papel ya visto de la revuelta contra Aristóteles. Monsieur Bordas-Demoulin pretende que Leibniz no se ocupa de lógica más que para oponer Aristóteles a Descartes y adornarse con el título de sabio universal. En estas palabras hay una gran ligereza. ¿Cómo Monsieur Demoulin, quien ha leído mucho a Leibniz, no se acuerda del primer capítulo de los Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, publicados en 1765 y redactados en 1704, son una refutación capítulo por capítulo del Ensayo sobre el entendimiento humano de Locke, 1689; en forma de diálogo entre un empirista, Philalète, que representa la opinión de Locke, y un racionalista, Théophile, que representa la opinión de Leibniz -gallica.bnf.fr-, donde uno de los interlocutores, Théophile, dice así: «¿Hace falta que te dé la noticia de que ya no soy cartesiano [ Cartesio es la latinización de Descartes ], y que sin embargo estoy más distante que nunca de tu Gassendi [ Pierre Gassendi (1592-1655), sacerdote y astrónomo, que pretendía conciliar a Epicuro con el cristianismo limitando los átomos a un número finito y atribuyendo su creación e impulso a Dios ] a quien de todas formas también reconozco el saber y el mérito? Me ha impresionado un nuevo sistema del que he leído alguna cosa en las revistas científicas [journaux des savans] de París, de Leipzig y de Holanda, y en el maravilloso diccionario de Monsieur Bayle, artículo Rorarius [ latinización de Girolamo Rorario -D. Des Chene, 2005, 'Animal' as category: Bayle's "Rorarius"Archivado el 28 de marzo de 2014 en Wayback Machine.- ]. Desde entonces, me parece ver una nueva cara del interior de las cosas. Este sistema parece combinar Platón con Demócrito, Aristóteles con Descartes, los escolásticos con los modernos, la teología y la moral con la razón. Parece que toma lo mejor de todos lados, y después de eso va más lejos de lo que nunca hemos estado.» He ahí la clave de la filosofía leibniziana. Esta filosofía, en el pensamiento de su autor, era la conclusión pacífica del movimiento insurreccional de Descartes; era también la resurrección necesaria de los resultados de la sabiduría antigua, que había sido abandonada en un olvido injurioso; era, en fin, una audaz pretensión de los mejores resultados. Es el destino de todos los innovadores el ser seguidos a medias, y a medias contradichos, por los eclécticos. Tras Aristóteles y Platón ¡qué nube de conciliadores! Leibniz, que por sí solo vale un ejército de filósofos, emprendió el cierre de la revolución cartesiana mediante una transacción que él consideraba satisfacía las pretensiones legítimas de todos los grandes sistemas tanto como todas las exigencias de la razón y de la fe. La transacción fue desgarrada por Kant, que ha representado en el último siglo un papel revolucionario análogo al de Descartes, y que nosotros hemos visto en nuestros días representar por Hegel, retomando por otras vías la obra de Leibniz, desarrollar un sistema con el que ambicionaba abrazar y conciliar todo. En cuanto a Schelling, es probable que termine como Malebranche, sin querer discutir, y en el seno de la fe."
Comellas, op. cit., pg. 120. Es significativa la comparación de Leibniz con Descartes que se realiza por M. Bordas-Demoulin y F. Boullier en Du cartesianisme et de l'eclecticisme, en Revue des deux mondes, 1843, pg. 938-939: "La historia de las ideas, como todas las otras historias, ofrece accidentes cómicos. Leibniz, que había querido, en interés de la religión, castigar el sistema de Descartes por el procedimiento de señalar sus errores, llega de consecuencia en consecuencia a su famosa conclusión del optimismo, es decir que priva a Dios de toda libertad, porque declara que Dios no ha podido hacer otra cosa que lo que ha hecho, y que todo fue hecho para lo mejor. Dios, en virtud misma de su derecho divino, se vio obligado a formar el mejor universo posible. Y, sin embargo, con su optimismo, ¡Leibniz se cree cristiano! Si Leibniz consiguió, hacia el final del siglo XVII, contrarrestar la influencia de Descartes, no lo hizo tanto gracias a sus ideas dogmáticas sino por su vasta e inteligente erudición en la historia de la filosofía. Descartes, Malebranche y Locke, cada uno por diferentes motivos y en diferentes grados, habían inspirado a sus contemporáneos un cierto desprecio de la sabiduría antigua. Leibniz la honraba, su gran espíritu no aceptaba representar el papel ya visto de la revuelta contra Aristóteles. Monsieur Bordas-Demoulin pretende que Leibniz no se ocupa de lógica más que para oponer Aristóteles a Descartes y adornarse con el título de sabio universal. En estas palabras hay una gran ligereza. ¿Cómo Monsieur Demoulin, quien ha leído mucho a Leibniz, no se acuerda del primer capítulo de los Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, publicados en 1765 y redactados en 1704, son una refutación capítulo por capítulo del Ensayo sobre el entendimiento humano de Locke, 1689; en forma de diálogo entre un empirista, Philalète, que representa la opinión de Locke, y un racionalista, Théophile, que representa la opinión de Leibniz -gallica.bnf.fr-, donde uno de los interlocutores, Théophile, dice así: «¿Hace falta que te dé la noticia de que ya no soy cartesiano [ Cartesio es la latinización de Descartes ], y que sin embargo estoy más distante que nunca de tu Gassendi [ Pierre Gassendi (1592-1655), sacerdote y astrónomo, que pretendía conciliar a Epicuro con el cristianismo limitando los átomos a un número finito y atribuyendo su creación e impulso a Dios ] a quien de todas formas también reconozco el saber y el mérito? Me ha impresionado un nuevo sistema del que he leído alguna cosa en las revistas científicas [journaux des savans] de París, de Leipzig y de Holanda, y en el maravilloso diccionario de Monsieur Bayle, artículo Rorarius [ latinización de Girolamo Rorario -D. Des Chene, 2005, 'Animal' as category: Bayle's "Rorarius"Archivado el 28 de marzo de 2014 en Wayback Machine.- ]. Desde entonces, me parece ver una nueva cara del interior de las cosas. Este sistema parece combinar Platón con Demócrito, Aristóteles con Descartes, los escolásticos con los modernos, la teología y la moral con la razón. Parece que toma lo mejor de todos lados, y después de eso va más lejos de lo que nunca hemos estado.» He ahí la clave de la filosofía leibniziana. Esta filosofía, en el pensamiento de su autor, era la conclusión pacífica del movimiento insurreccional de Descartes; era también la resurrección necesaria de los resultados de la sabiduría antigua, que había sido abandonada en un olvido injurioso; era, en fin, una audaz pretensión de los mejores resultados. Es el destino de todos los innovadores el ser seguidos a medias, y a medias contradichos, por los eclécticos. Tras Aristóteles y Platón ¡qué nube de conciliadores! Leibniz, que por sí solo vale un ejército de filósofos, emprendió el cierre de la revolución cartesiana mediante una transacción que él consideraba satisfacía las pretensiones legítimas de todos los grandes sistemas tanto como todas las exigencias de la razón y de la fe. La transacción fue desgarrada por Kant, que ha representado en el último siglo un papel revolucionario análogo al de Descartes, y que nosotros hemos visto en nuestros días representar por Hegel, retomando por otras vías la obra de Leibniz, desarrollar un sistema con el que ambicionaba abrazar y conciliar todo. En cuanto a Schelling, es probable que termine como Malebranche, sin querer discutir, y en el seno de la fe."