Como cualquier otra institución parlamentaria del Antiguo Régimen (incluyendo la de mayor entidad competencial, como era el Parlamento de Inglaterra), las Cortes catalanas no representaban a la totalidad de la población del Principado; ni eran democráticas ni soberanas según los conceptos liberales de representación del pueblo (soberanía popular) o de la nación (soberanía nacional). Jugaban un papel importante en la elaboración de leyes, pero su poder principal residía en la negociación pactista de subsidios con su soberano, el conde de Barcelona, título que estaba unido al de rey de Aragón desde el siglo XII. Después de la unión dinástica de Isabel y Fernando, ambos títulos correspondían a sus herederos, a los que la historiografía suele llamar Rey de España (o de la Monarquía Católica o de la Monarquía Hispánica o del Imperio español); era común en numismática el apelativo Rey de las Españas o de las Españas y las Indias (Hispaniarum Rex o Hispaniarum et Indiarum Rex, que aparecen en las monedas de la época), aunque la forma oficial de firmar cartas y decretos era una prolongada lista nominal de títulos de soberanía: ... Por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Menorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córcega, de Murcia, de Córdoba, de Jaén, del Algarve, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas Canarias, de las Indias Orientales y Occidentales, de las Islas y Terrafirme del Continente Oceánico, Archiduque de Austria, Duque de Borgoña, de Brabante, de Atenas y Neopatria y de Milán, Conde de Absburg, de Flandes, del Tirol y de Barcelona, Señor de Vizcaya y de Molina, etc.. Las fórmulas variaron en cada reinado o fase de éste, pero se mantuvo el orden de prelatura de los reinos (véase esta colección documental). Así pues, como todas las Cortes del Antiguo Régimen, estaban compuestas estamentalmente, mediante sistemas de representación que se limitaban a las familias más poderosas de la nobleza, al alto clero y a un número limitado de ciudades (a través de representantes del patriciado urbano de nobles y caballeros y —en el caso catalán— ciutadans honrats o alta burguesía urbana).